Tutoría entre iguales


“INDICE”

 

1-INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………….....2                                                                                                                                             

2-APRENDIZAJE EN GRUPO versus APREND. COOPERATIVO…..……………………3

 

3-EL APREND. CON IGUALES COMO RECURSO DE ATENC. A LA DIVERIDAD…..5

           

3.1 Diversidad de metodologías para responder a la diversidad de alumnos…5

 

3.2 Relevancia educativa del aprendizaje entre iguales………………………7

 

4-TUTORÍA ENTRE IGUALES……………………………………………...……………..10

           

4.1 Conceptualización…………………………………………………………10

 

4.2 Tipología…………………………………………………………………..13

 

4.3 Ventajas e Inconvenientes…………………………………………………18

 

4.4 Planificación de una actuación de tutoría entre iguales……………………23

 

5-NUEVO MODELO DE DOCENTCIA……………………………..…………………….27

           

5.1 El papel del profesor como instrumento esencial en el aprendizaje cooperativo...28

                       

6-ACTIVIDAD…..…………………………………………………………….…………….32

 

7-CONCLUSIONES………………………………………………………………................33

 

8-BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA………………………………………………………..34

 

9-ANEXO…………………………………………………………………………………….35

 

1-INTRODUCCIÓN:

 

Hasta ahora la diversidad no ha formado parte del entorno social como algo positivo y, en consecuencia, nos encontramos una escuela poco sensible hacia la misma. Es cierto que muchos docente admiten formalmente que la diversidad cultural es positiva y enriquecedora a nivel global y escolar; peor también es cierto que la vida cotidiana de la práctica educativa tiende a cambiar esta visión demasiado a menudo.

 

Para empezar, más que de problemas interculturales deberíamos habla r de convivencia intercultural. Muchas de estas realidades las tratamos en clave de problemática. Sin embargo, el hecho de pertenecer a culturas diferentes no es lo que provoca la existencia de conflictos, estamos antes conflictos que fundamentalmente son sociales, en los que entran en juego numerosos elementos psico-sociales, antropológicos, socio-económicos,…etc, situaciones de conflicto que nos pueden ofrecer la oportunidad de tratar el tema de la convivencia entre los diferentes actores de la comunidad educativa y las posibles intervenciones del profesorado en estos terrenos.

 

En la escuela los conflictos suponen una realidad que debemos aprender a gestionar para aprender sobre todo a convivir, aunque lo que es normal es que las personas estemos acostumbradas a ocultar, sublimar, evitar o negar los conflictos. Quizá va siendo tiempo de dejar de ver los conflictos como algo nocivo, para tomar otra perspectiva que nos permita afrontar la vida y sus problemas como un sistema permanente de interacciones, que nos permiten crecer y desarrollarnos. Cuando una persona se enfrenta a una situación de injusticia, se rebela e intenta cambiarla, lo que está provocando no es un conflicto sino la evidencia de un conflicto ya existente. Y esta acción es positiva, porque permite cambios hacia situaciones más equilibradas y justas. A veces en necesario poner en evidencia las injusticias y generar conflictos para que las cosas cambien. Todos los cambios generan conflictos son inherentes a cualquier dinámica social. Pero la cuestión es si los cambios son la fuente de los conflictos o son los conflictos los que generan los cambios.

 

Suena bien, pero a veces nos falta habilidades y herramientas para poder afrontar los conflictos positivamente, tanto que enfrentarlo no signifique que alguien sale ganado y alguien sale perdiendo. Una regulación positiva debe ir encaminada a equilibrar el poder, a mejorar la situación del más desfavorecido, a superar la situación de injusticia,…etc, poniendo el acento tanto en la dimensión cognitiva como en la dimensión afectiva.

 

2-APRENDIZAJE EN GRUPO versus APRENDIZAJE COOPERATIVO:

 

En sus inicios se le conoció como “Trabajo en grupo” y “Trabajo en equipo”, aunque tal y como afirma Ovejero y otro (2002), todo aprendizaje cooperativo es aprendizaje en grupo, pero no todo aprendizaje en grupo es aprendizaje cooperativo. El aprendizaje cooperativo es una estrategia de gestión del aula que potencia la organización de los alumnos en grupos heterogéneos para la realización de las tareas y actividades de aprendizaje en el aula.

 

Desde el punto de vista de Ainscow (2004) se pueden establecer diferencias entre los dos tipos de aprendizajes:

 

  1. En los grupos cooperativos hay una interdependencia positiva entre los miembros del grupo, cada alumno se interesa por el rendimiento de todos, sus compañeros y por el suyo propio. Esto no ocurre en las propuestas tradicionales de trabajo en equipo.
  2. En el aprendizaje cooperativo hay una responsabilidad individual y una corresponsabilidad entre los miembros del grupo, con respecto al trabajo a realizar. Esta característica tampoco se suele dar en el aprendizaje en grupos.
  3. La composición de los grupos cooperativo es heterogéneo, en contraposición a la del trabajo en grupo que suele ser homogénea.
  4. Las técnicas, estrategias y habilidades necesarias para desarrollar el trabajo en grupo cooperativo las enseña el profesor; en el trabajo en grupo se presupone que el alumno las posee.
  5. El trabajo cooperativo se realiza fundamentalmente en el aula bajo la supervisión del profesor, mientras que el trabajo en grupo se realiza la mayor parte de él fuera del aula.

El aprendizaje cooperativo representa un cambio en la estructura de la actividad(al combinar el trabajo individual con el trabajo en equipos cooperativos), en la estructura de autoridad (hay un equilibrio entre el profesor y los alumnos en el momento de decidir que y como aprender) y en la estructura de recompensa (se produce una autosuperación y automejora individual y grupal).

 

Para la organización de los grupos cooperativos se dividen los estudiantes en equipos reducidos (4-5), heterogéneos (en género, étnia, intereses, motivaciones, capacidades, rendimiento,....) y se debe seguir el proceso planteado por Slavin (1991):

 

-        Presentar los objetivos a los alumnos.

-        Realizar una evaluación inicial.

-        Priorizar los objetivos de cada alumno.

-        Explicar detalladamente los contenidos y los criterios de evaluación.

-        Por pequeño grupo realizar una autoevaluación y el docente realizará una evaluación individual.

-        Evaluar a cada grupo.

-        Planificar la recuperación individual.

 

Podemos citar aquellos métodos de aprendizaje cooperativo más representativo o que han tenido un mayor impacto escolar:

 

-        Grupos de Investigación.

-        STAD (Student Team-Achievement Divisions).

-        Técnica Puzzle de Aronson.

-        Técnica Juego-concurso  De Vries.

-        TGT (Teams-Game Tournaments) o torneos de equipos y juegos.

-        Tutoría entre Iguales (Pear Tutoring).

-        TAI (Team Assited Individualization) o individualización con ayuda de equipo.

-        CIRC (Cooperative Integrater Reading And Composition) o escritura y lectura integrada cooperativa.

-        Learning togther o aprendiendo juntos.

-        Reciprocal Teaching o enseñanza recíproca.

En España aunque con menor impacto sobre la práctica escolar, citamos los siguientes métodos de aprendizaje cooperativo que, con muchos puntos en común, mantienen una característica genuina y original:

 

-        El grupo natural (vinculado a experiencias de algunos centros catalanes).

-        Los grupos de aprendizaje cooperativo (GAC).

 

La última técnica mencionada: de Tutoría entre Iguales (Pear Tutoring), será la técnica a desarrollar en el presente proyecto.

 

 

3-EL APRENDIZAJE CON IGUALES COMO RECURSO DE ATENCIÓN A LA DIVERSIDAD:

 

En este apartado introductorio se comenta como las interacciones educativas entre alumnos, el aprendizaje entre iguales, puede ser considerado como un recurso, a menudo poco explotado, para la tarea docente del profesorado. Entre los recursos del profesorado del siglo XX no pueden faltar los diferentes métodos de aprendizaje cooperativos que, basándose en la diversidad y sacando provecho de la misma, permiten concebir el aula como una comunidad de aprendizaje en la que las ayudas pedagógicas se proporcionan entre todos sus miembros, bajo la dinamización y la supervisón del profesorado.

 

3.1 Diversidad de metodologías para responder a la diversidad de alumnos:

 

La opción por el modelo de escuela comprensiva –o de una escuela para todos- en la enseñanza obligatoria fuerza a los centros a tener que hacer uso de diferentes instrumentos que faciliten la atención a la diversidad de necesidades educativas del alumnado. Emplaza al profesorado, sobre todo al de secundaria acostumbrado a un modelo escolar selectivo, a aprender a utilizar mecanismos que permitan que todos los alumnos del aula, con independencia de las características que presenten, sean capaces de aprender lo máximo, dentro de sus posibilidades.

 

Es sabido que cuanto más aprendan los centros y su profesorado a utilizar recursos ordinarios –que afecten a todo el alumnado- menos necesitaremos el uso de medidas de atención especiales –que afecten solamente a una parte del alumnado- basadas, en nombre de una supuesta integración, en la retirada de algún o algunos alumnos del aula. Es decir, cuanto más atención prestemos a as necesidades del alumnado ajustando nuestra actividad educativa dentro del aula –incluida la metodología- y ofreciendo los soportes específicos dentro del aula (como por ejemplo introducir profesorado de apoyo en la clase, en lugar de retirar al alumno o alumnos con dificultades), necesitaremos menos medidas excepcionales de atención que, en todo caso, reservaremos para aquel alumnado que las necesite de forma adicional a un currículo tan compartido como sea posible con el de sus compañeros.

 

Los profesores y profesoras de la nueva enseñanza obligatoria necesitamos conocer y practicar nuevas formas de gestión del aula que nos permitan afrontar el reto de una enseñanza de calidad para todo el alumnado con confianza y garantías de éxito. En esta perspectiva, una de las fuentes de recursos que hay que explotar –a menudo olvidadas en la tradición selectiva- son los recursos naturales. Hay que sacar provecho de la participación de los adultos en el aula (padres, madres, profesores de apoyo…); sacar provecho de la capacidad de cooperación entre el alumnado; y, precisamente, ver las diferencias entre los estudiantes como un elemento enriquecedor y de ayuda en nuestra labor educativa.

 

El trabajo que se pretende pone al alcance del profesorado un método instruccional –la tutoría entre iguales- poco conocido en nuestro país, pero en  cambio ampliamente extendido en ámbitos educativos anglosajones bajo la denominación peer Tutoring. Un recurso que, combinado con otros, es calificado como <<la forma de instrucción más efectiva>> (Madden y otros, 1991, p. 594). Presentamos un instrumento que hemos diseñado, aplicado y evaluado con la finalidad de que todos aquellos docentes que lo deseen dispongan de un mecanismo más de atención a la diversidad. Un instrumento al alcance de todos –accesible para todo tipo de docentes- que ha de posibilitar que los alumnos que experimenten dificultades encuentren una ayuda personalizada; y que los aventajados la oportunidad de profundizar en sus conocimientos.

El producto resultante de este trabajo es una propuesta práctica, que se describe más adelante, y que se beneficia de dos recursos a menudo menospreciados –o incluso percibidos como perturbadores- por la escuela tradicional o selectiva.

 

Estos recursos son:

 

-        El poder de colaboración entre alumnos. La escuela tradicional ha dejado de lado la posibilidad de que los alumnos se ayuden y aprendan entre ellos, dando por sentado que el profesor es el único poseedor de saber. Pero sabemos que es posible movilizar la capacidad mediadora del alumnado, utilizándola como un recurso para nuestra labor docente.

-        La diferencia de niveles dentro del aula. A menudo éste es un elemento visto por el profesorado como un factor perturbador de su tarea educativa. Así, por ejemplo uno de los argumentos de los detractores de la reforma educativa era la dificultad que entrañaba gestionar un aula de alumnos con niveles dispares de competencias. En esta experiencia, en cambio, no sólo se presentan las diferencias de nivel entre el alumnado como una realidad natural y saludable, sino que además se obtiene de ellas un beneficio pedagógico.

 

Como estrategia instruccional de atención a la diversidad, el trabajo cooperativo o el aprendizaje entre iguales ha sido destacado como un elemento de primer orden por los autores defensores de la escuela inclusiva. Así, en el ámbito internacional (Ainscow, 1991; Thousand, Villa y Kevin, 1994; Stainback y Stainback, 1999) o en nuestro país (Gavilán, 1997; Arranz, 2001; Pujolás, 2001; Monereo, 2002) sitúan los métodos de aprendizaje cooperativo como una parte esencial de la reforma hacia la escuela comprensiva. Como ejemplo cercano, podemos encontrar experiencias próximas de uso del aprendizaje coopertivo como recurso de atención a la diversidad en Pujolás (1997), Guix y Serra (1997), Geronés y Surroca (1007) o Duran y Ollé (2000).

 

De hecho, tal como hemos sostenido (Monereo y Duran, 2002), los métodos de aprendizaje cooperativo se basan justamente en la heterogeneidad de los alumnos, la necesitan. Es una metodología que no sólo reconoce la diversidad, sino que obtiene de ella un beneficio instruccional. Las diferencias entre los alumnos –consubstanciales a la propia existencia del grupo- se convierten en un elemento positivo que facilita el aprendizaje. De hecho, sin diferencias entre alumnos no se puede llevar a cabo aprendizaje cooperativo. La diversidad, incluso la de niveles de conocimientos, que tanto molesta a la enseñanza tradicional y homogeneizadora, es vista como algo positivo que juega a favor de la labor docente, teniendo como finalidad que cada alumno aprenda de los demás y se sienta responsable tanto de su propio aprendizaje como del de sus compañeros. Por ese motivo el aprendizaje entre iguales es un recurso para la atención a la diversidad o una metodología privilegiada para la enseñanza inclusiva.

 

3.2 Relevancia educativa y social del aprendizaje entre iguales:

 

En la escuela tradicional, basada en un concepto transmisivo del conocimiento, donde el profesor era visto como el depositario del saber, las interacciones consideradas relevantes eran exclusivamente las que se producían entre profesor y alumno.

 

En aquel modelo, prevaleciente todavía hoy cuenta parte de la práctica escolar de secundaria, las interacciones entre iguales –entre los alumnos- eran consideradas como un factor entorpecedor de la actuación docente que había que eliminar o por lo menos limitar. La riqueza de estas interacciones, auténtico motor del aprendizaje, ha sido durante generaciones sustituida por una única interacción entre un profesor y un número elevado de alumnos. Una interacción forzosamente superficial y poco ajustada. La frase <<No hablaré en clase>> caricaturiza el modelo educativo del que venimos, en el que prevalecía el trabajo individual y la competición entre los alumnos.

 

La adopción de la concepción constructivita de la enseñanza y el aprendizaje ha provocado un aumento de atención a las interacciones entre iguales que se producen en las aulas. El constructivismo, al sostener que el alumno construye su propio conocimiento a partir de un proceso interactivo en el que el papel del profesor es mediar entre el alumnado y los contenidos, da pe a considerar que, en determinadas circunstancias, los iguales (los propios alumnos) puedan desarrollar este papel mediador y aprender los unos de los otros.

 

De hecho, investigaciones de las últimas décadas muestran sobradamente que la interacción entre iguales –en este caso alumnos- puede incidir en aspectos tan variados como el proceso de socialización, la adquisición de competencias sociales, el control de los impulsos agresivos, la relativización de los puntos de vista o el incremento de las aspiraciones y del rendimiento académico (Coll, 2001).

 

En el ámbito escolar, la organización social del aula en función de las interacciones que se potencian entre iguales ha sido bien estudiada por Jonson y Jonson (1992). Estos autores, después de comparar las estructuras individualistas, competitivas y cooperativas, concluyen que la cooperación se muestra superior a las otras estructuras en todo aquello que hace referencia a la relación con los demás (relaciones más positivas y sentimientos recíprocos de obligación y de ayuda que se hacen extensibles al profesorado y ala institución escolar) y en el rendimiento académico en determinadas circunstancias (mayor productividad, resolución de problemas y pensamiento divergente, habilidades intelectuales superiores y lenguaje elaborado o preciso).

 

No es de extrañar, pues, que la fundamentación psicopedagógica de la reforma educativa que plantea la LOGSE –y que se basaba en la concepción constructivista- entendiera el trabajo en grupo del alumnado como una de las modalidades de interacción educativa que se encuentra en el núcleo de los proceso de enseñanza y aprendizaje, y que explica que el progreso personal sea inseparable de la relación interpersonal (Solé, 1997).

 

Para la escuela, el trabajo en grupo cooperativo no es sólo un motor para el aprendizaje significativo y una potente estrategia instruccional de atención a la diversidad, sino que además es un recurso para el aprendizaje de habilidades prosociales y un aprendizaje en si mismo altamente funcional para la sociedad del conocimiento.

 

Como recurso para las habilidades prosociales, Slavin señala (1995, p.50): <<el aprendizaje cooperativo no es únicamente una metodología instruccional para incrementar el éxito de los alumnos, es también una forma de crear un ambiente feliz y prosocial en el aula, fundamentalmente para los buenos resultados afectivos e interpersonales>>. El mismo autor, ya con anterioridad (Slavin, 1980), mostraba a través de una revisión de investigadores cómo el aprendizaje cooperativo potencia habilidades psicosociales y de interacción (respeto a los demás, aceptación de puntos de vista, comunicación, negociación, autoestima…). En esta misma línea, por ejemplo, Putnam (1997) y Díaz-Aguado (2003) plantean el aprendizaje cooperativo como un recurso eficaz para la superación de los prejuicios reciales.

 

En un contexto más cercano, Jorba y Sanmarti (1994, p.6) sostienen que <<la cooperación e lo que permite sobrepasar las intuiciones egocéntricas iniciales y tener un pensamiento móvil y coherente>>, capaz de superar los estereotipos y de considerar los puntos de vista de los demás. En cualquiera de los casos, parece evidente que la instrucción basada en el aprendizaje entre iguales se fundamenta en una serie de valores, que desde la enseñanza secundaria nos debe interesar mucho potenciar, como son la colaboración, la ayuda mutua y la solidaridad.

 

Por último la cooperación es en si misma un aprendizaje verdaderamente funcional en la nueva sociedad del conocimiento. La sustitución del concepto de calificación por el de competencia, como señala la Comisión de la UNESCO para la Educación del siglo XXI (UNESCO, 1996), sitúa la cooperación (dentro del aprender a vivir juntos) entre las cuatro capacidades básicas que debe proporcionar la educación: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser. Es, sin duda, una competencia básica de la educación de este siglo que iniciamos (Monereo y Pozo, 2001; Duran, 2001).

 

No en vano, como subrayan los estudioso de la sociedad del conocimiento (Brödner, 2000), la organización posttaylorista del trabajo de lo que se ha venido denominando nueva economía se caracteriza por el valor de la participación, la autonomía y el trabajo en equipo con elevados grados de cooperación. La capacidad de cooperar con otros es, de hecho, una de las principales competencias interpersonales del brain worker o trabajador del conocimiento. No es de extrañar, por ejemplo, que el trabajo en equipo sea el elemento que más en cuenta tienen las compañías de capital riesgo a la hora de decidir si prestan o no apoyo a las iniciativas empresariales de la nueva economía. Antes que la propia idea, se valora le existencia de un equipo interdisciplinario y multicultural, capaz de trabajar en curvas muy pronunciadas de crecimiento en contextos acelerados de cambio.

 

Así pues, el establecimiento de relaciones cooperativas entre iguales en los contextos escolares se muestra sumamente relevante, no sólo como mecanismo de desarrollo y aprendizaje –como a continuación se planteará-, sino también como estrategia instruccional que permite celebrar la diversidad y adquirir habilidades y actitudes sociales básicas para el funcionamiento democrático y funcional para la sociedad del conocimiento.

 

4-TUTORÍA ENTRE IGUALES:

 

En este apartado queremos conceptuar la tutoría entre iguales, el método de aprendizaje cooperativo en que se basa la materia optativa que presentamos. Después de hacer un breve repaso a la historia de esta estrategia instructiva, citaremos los diferentes tipos de tutorías, presentando especial atención a las diferencias de edad entre los alumnos que constituyen la pareja y la continuidad del rol de tutor y tutorado, que da lugar a las tutorías fijas y recíprocas.

 

4.1 Conceptualización:

 

La tutoría entre iguales, modalidad de aprendizaje entre iguales que cuenta con una larga atención en contextos educativos anglosajones, ha recibido diferentes definiciones. Melero y Fernández (1995) la definen como un sistema de instrucción constituido por una díada, en la que uno de los miembros enseña al otro por dentro de un marco planificado exteriormente.

 

            Topping (1996) distingue entre una definición arcaica y una actual. t la primera, el alumno tutor es visto como sustituto del profesor, en una concepción lineal  de transmisión de conocimientos, e incluyente la posibilidad de un tutor para un pequeño grupo reproduciendo el modelo del aula. Esta definición sería: “alumnos más capaces ayudan a alumnos menos capaces a aprender en trabajo cooperativo de pareja o de pequeño grupo, organizados por un profesor profesional.”

 

            La práctica y la investigación educativas han dado paso, según el autor, a una nueva definición de la tutoría entre iguales que subraya el hecho del aprendizaje simultáneo del alumno tutor: “personas de grupos sociales similares, que no son profesores profesionales, que ayudan a otras a aprender y que aprenden ellas mismas enseñando.”

 

            Esta definición es lo suficientemente amplia como para recoger la gran variedad de situaciones de tutoría entre iguales que la práctica educativa ha engendrado (Falchilkov, 2001) Siguiendo a Topping, podemos clasificar las situaciones de tutoría según los siguientes criterios:

 

-        Contenido curricular. En el ámbito anglosajón, las experiencias abarcan todo tipo de materiales.

-        Formato de contacto. Podemos encontrar un tutor con un grupo de tutorados, pero sin duda el formato más difundido es la tutoría en parejas, también conocida como trabajo uno a uno.

-        Curso. Alumnos del mismo curso o edades similares o de diferentes cursos o edades.

-        Habilidades. Enseñanza y aprendizaje de habilidades generales o de una habilidad concreta.

-        Continuidad de rol: permanente (no hay intercambio de las funciones de tutor y tutorado) o recíproco (los alumnos intercambian los roles.)

-        Lugar: instituciones escolar, culturales, profesionales…

-        Tiempo: en horario escolar, extraescolar, combinado …

-        Características del tutorado: alumno aventajado, no aventajado …

-        Características del tutor: aventajados, alumnos con dificultades, con necesidades especiales …

-        Objetivos: intelectuales, académicos, afectivos, actitudinales y autoconcepto.

 

 

Para nosotros, la tutoría entre iguales es una modalidad del aprendizaje entre iguales basada en la creación de parejas de alumnos, con una relación asimétrica (el rol del tutor y tutorado derivado del diferente nivel de competencia sobre la materia) y un objetivo común, conocido y compartido (la enseñanza y el aprendizaje de contenidos curriculares) que se consigue a través de un marco de relación exteriormente planificado.

 

Siguiendo a Wagner (1990), los precedentes históricos de la tutoría entre iguales podemos encontrarlos en el mundo clásico. En el instituto de oratoria. Quintiliano reconocía que el nuevo aprendiz es le mejor profesor. Durante la Edad Media, en el Gymasium, la escuela clásica alemana, Sturn asignaba a un alumno enseñar a un grupo de diez; Trotzendorf enseñaba a estudiantes que, a su vez, enseñaban a los pequeños; y los jesuitas organizaban las clases en grupos de diez con un alumno portavoz. A partir del siglo XXI Hoole, en 1966, decía que los alumnos capaces deben ayudarse a sí mismos, asistiendo a los más débiles; y Comenius, por  aquellas fechas, aseguraba que quien enseña a otro, se enseña a si mismo.

 

El origen moderno de la tutoría entre iguales se sitúa a partir  de la revolución francesa, con el aumento de alumnos y falta de recursos. En el siglo XVIII se practica en Francia e Inglaterra. Pero el primer uso sistémico de la tutoría entre iguales se produce en el siglo XIX, asociado al “sistema monitorial” de Bell (Topping, 1988) que organizaba a los alumnos promoviéndolos a ser tutores de sus compañeros. Lacaster desarrolló y diseminó el sistema de Bell, consolidándolo en el ámbito anglosajón con el nombre de sistema monitorial, en Gran Bretaña, y de instrucción mutua, en los Estados Unidos.

 

Aunque en el siglo XIX tuvieron lugar otras experiencias de tutoría entre iguales en Francia, bajo la denominación de instrucción mutua; en Suiza, donde Pestalozzi educa a niños huérfanos; o en la Rusia zarista; es en Gran Bretaña y en los Estados Unidos donde se practicó de forma sistemática e intensiva. Ello explica seguramente que actualmente sea, uno de estos dos países, un sistema instruccional ampliamente utilizado, en todos los niveles educativos y áreas curriculares.

 

Como Melero y Fernández destacan, en los países mediterráneos, la tutoría entre iguales, a pesar de su grado de existencia, no adquirió relevancia en la creación de oportunidades educativas entre la población escolar. La práctica se limitó al uso espontáneo  e intuitivo, sobre todo en las escuelas rurales unitarias.

 

En nuestro país, podríamos encontrar un procedente reciente a la tutoría entre iguales en la Escuela Moderna de Francés Ferrer Guardia, tal como subraya  Ovejero (1991). Uno  de los principios del ideario Ferrer era el concepto de solidaridad, proveniente del soporte mutuo de Kropotkin, que estimula la libre actividad cooperadora del educando. Solá (2000) recoge una carta ficticia de una alumna que explica un día de clase en la escuela moderna y dice:

 

“Me pongo ser solidaria y ayudar a mis compañeros y compañeras menos inteligentes, más perezosos o que, simplemente, se distraen en clase, para que tengan mas fuerza de voluntad y, como dice a veces una de mis maestras, sientan la energía de la vida”.

 

El uso vinculado en las escuelas unitarias rurales o la falta de profesorado (como de forma intuitiva y esporádica se había hecho durante el franquismo) hace que, hoy día y en nuestro país, la tutoría entre iguales pueda estar asociada a condiciones precarias de recursos y al beneficio exclusivo del tutorado. Habrá que tener presente este condicionante histórico, en los factores que pueden dificultar la puesta en marcha de experiencias de tutoría, de las cuales nos ocuparemos más adelante.

 

4.2 Tipología:

 

            Ya hemos comentado que, como método de aprendizaje cooperativo, la tutoría entre iguales admite una variada gama de posibilidades de aplicación en el aula que, al mismo tiempo, genera un amplio abanico de formas de clasificación.

 

            Más allá de las posibilidades de caracterización que hemos destacado con anterioridad, nos gustaría centrarnos en dos aspectos que nos parecen primordiales: las edades dentro de las parejas y la continuidad de rol.

 

            Las tutorías compuestas por alumnos de diferentes edades o cursos son las que predominan en el ámbito norteamericano. Seguramente, la reproducción del modelo transmisivo de aprendizaje hizo que estas experiencias se extendieran, con el convencimiento de que el alumno tutor, en su función de maestro, tiene que ser mayor que el alumno tutorado para garantizar el progreso de éste. Las primeras investigaciones corroboran este planteamiento. Así, Lintorn (1973) asegura que los tutorados progresan más con tutores cuatro años mayores que ellos; Allen y Feldman (1976) concluyen que los alumnos prefieren este formato; y para Lippit (1976), la diferencia de edad es la garantía de calidad, y la idónea se sitúa entre dos y cuatro años.

 

            No obstante,  pronto comienza a haber estudios que diferencian tipos de tutores, con respecto al nivel de expertitud o de conocimiento de la materia. Así, por ejemplo, Ducros (1989) mantiene que los tutores expertos tienden a ser directivos y dar poco papel al tutorado, mientras que los tutores no expertos utilizan un “dialogo errante” parecido al lenguaje exploratorio, que no sería el responsable del aprendizaje del tutorado. En todo caso, si el alumno más activo es el que más aprende, los tutores expertos y los tutorados de tutores no expertos serán los que tendrían más oportunidades de aprendizaje.

 

            Este y otros estudios, como por ejemplo uno de Verba y Winnykamen (1992) en que la variable experto-novel sirve para contrabalancear la diferencia de edad dentro de la díada, demuestren que, tal como sostiene también Baudrit (2000), lo importante es que hay una diferencia de aptitudes entre tutor y tutorado. Es indiferente que esta disparidad venga dada por la edad, por formación previa o capacidades personales. La edad por si sola  no siempre garantiza esta distancia. Por tanto, la clave está en la ventaja que consiga el tutor con respecto al tutorado, que puede venir de tener más conocimientos de entrada (como acostumbra a pasar si es mayor que él) o porque se les prepara.

 

            Estos razonamientos, han contribuido, sin duda, a ayudar a ampliar las experiencias de tutoría entre alumnos de la misma edad o curso. Ésta es, obviamente, una aplicación más sencilla, ya que al llevarse a cabo en el mismo grupo-clase no requiere de concidionados organizativos previos. Es evidente que este tipo de tutoría cuenta con la ventaja de la proximidad entre alumnos y de la posibilidad de amistad. Aun  considerando la amistad como un elemento clave en el proceso y los resultados de la interacción cognitiva, ya hace tiempo que algunos autores ( Ellis y Gauvin, 1992) han señalado inconvenientes en la proximidad socioafectiva. Así, Doise y Mugni ((1981) alertan sobre la complacencia que no deja espacio a la activad del tutorado y la “deriva fusional” al conceder más importancia a las relaciones que al propio trabajo.

 

            Duran y Gauain (1993), comparando díadas formadas por alumnos de diferentes edades con otras formadas por alumnos con la misma edad, concluyen que en las segundas se produce más implicación y más aprendizaje, seguramente a causa de la mayor satisfacción o comodidad que rige la interacción, al hecho de tener más oportunidades de comparación social y a que, en las díadas en las que se encuentra el tutor es mayor, éste tiende a dominar la interacción y no permitir la participación del tutorado. Para ellos, las díadas más efectivas son las formadas por alumnos de la misma edad, pero con diferente nivel de habilidades cognitivas o conocimientos.

 

            También en nuestro país, un estudio de Pifarré y Sanuy (2002), en el que se analiza la incidencia de la mediación del ordenador en la resolución de problemas en parejas de la misma edad, pero de diferente nivel de heterogeneidad, concluye que la resolución de una tarea en la que se interactúa con un compañero de un nivel de habilidad diferente potencia un aprendizaje más efectivo que la interacción con un compañero de un nivel de habilidad superior.

 

            Vista, pues, la relatividad de la edad hay que añadir que algunos autores cuestionan que se pueda hablar de alumnos expertos. Para Daiute y Dalton (1993), la zona de desarrollo próximo (de la que ya hemos hablado antes) es relativa y dinámica, y no podemos esperar que un alumno sea experto para todo y en todo momento. Según estas autoras, es el mero hecho de tener un compañero con quien poder dialogar e intercambiar puntos de vista lo que permitirá el desarrollo.

 

            Incluso, King, Stafieri y Adalgais (1999) sostienen que el aprendizaje en construcción no debe restringirse a parejas con un componente más capaz o con más conocimientos. Para ellas, los “verdaderos iguales” peden ayudarse mutuamente si lo es ofrecemos la estructura para hacerlo. Será necesario que los alumnos dominen el formato de interacción muy estructurada que el profesor les ofrece. Así, cuando dos compañero en una pareja de tutoría entre iguales se vuelven competentes en el proceso de ayuda (procedimientos, capacidades y estrategias de la tutoría), es posible que puedan usar estas capacidades para promover el aprendizaje de un contenido curricular, sin necesidad de tener que ser primero más experto en estos contenidos.

 

            Con respecto al segundo elemento de clasificación de las situaciones de tutoría, la continuidad del rol, hay que decir que la práctica más extendida recae en las experiencias de rol fijo, en el que el rol del tutor y tutorado es asignado de forma permanente a cada alumno. Y ello es así probablemente por dos razones. En primer lugar, el mayor uso del cross-age tutoring fuerza el carácter fijo del rol. Resultaría contraproducente de entrada asignar al alumno de menos edad el papel de tutor. Y en segundo lugar, la mayoría de prácticas escolares y de situaciones de experimentación utilizaban este método instructivo de forma no sistemática y en períodos relativamente breves de tiempo en los que no se preveía alternar los roles.

 

            Aunque Baudrit sitúa los precedentes en alguna experiencia de lo que se denominaba tutoría por turnos y tutoría alternada, lo que conocemos por tutoría reciproca o reciprocal peer tutoring (RPT) tiene un origen muy reciente, vinculado a la expansión de las prácticas de same-age tutoring. Lo que se conoce como tutoría recíproca es un método de aprendizaje entre iguales desarrollado originalmente por Fantuzzo y sus colaboradores. En el RPT, parejas de edad y habilidades similares alternan los roles de tutor y tutorado, en un contexto de formato estructurado que guía el proceso de aprendizaje. La disposición arquetípica de la aplicación del método que hacen estos autores se ha centrado en las matemáticas, en dos sesiones semanales de cuarenta y cinco minutos, durante un período de dos meses y medio a cinco meses, con cinco sesiones previas de formación inicial, y donde cada sesión tiene una rutina de veinte minutos, tutorada alternativamente por cada miembro de la pareja.

 

            A pesar de que parece clara la necesidad de la estructuración de la interacción en la pareja (Fantuzzo y otros, 1989), los mecanismos explicativos de su efectividad han sido poco investigados hasta ahora (Fantuzzo y Ginsburg-Block, 1998).          Una vez más, la práctica escolar va por delante e la investigación psicopedagógica. Incluso, algunos estudios (Griffin y Griffin, 1998; Sutherland y Topping, 1999; Rittschof y Griffin, 2001) no han obtenido resultados concluyentes a favor de la tutoría recíproca.

 

            Aun así, y a pesar del estado inicial de la investigación, la tutoría recíproca ha despertado mucho interés en diversos autores. Alison King y sus colaboradores trabajan en ella a partir de lo que denominan mutual peer tutoring y los diferentes métodos aplicados basados en el transactive peer Tutoring. También Keith Topping se ha interesado en la tutoría recíproca Greenwood y sus colaboradores han creado un método instructivo denominado class wide peer tutoring (CWPT), basado en la tutoría recíproca para la adquisición de una segunda lengua (Greenwood y otros, 2001).

 

            Parece que la tutoría recíproca es sugerente y Baudrit hipotetiza sus ventajas, con respecto a la tutoría fija:

 

-        Facilita la construcción conjunta de conocimientos.

-        No hay roles duraderos que a la larga puedan comportar autoritarismo y reproducción del modelo de enseñanza y aprendizaje dominantes (para el tutor) y dependencia y efecto de separación (para el tutorado).

-        Principio de dar y recibir, o de intercambio democrático.

-        Convierte la tutoría en colaboración (en términos de Damon y Phelps, 1998, permitiendo más mutualidad, multidireccionalidad y simetría.

 

Aunque sin resultados claramente concluyentes, encontramos trabajos (Griffin y Griffin, 1997; Brady, 1997) que pretenden mostrar que la tutoría recíproca puede generalizar, a ambos miembros de la pareja, los beneficios de una tutoría fija.

 

Así pues, a pesar de su carácter incipiente, creemos que existe suficiente base como para continuar planteando que los efectos positivos de la tutoría entre iguales se pueden ver aumentados cuando los roles se intercambian. Tal y como se esquematiza en la tabla siguiente, la tutoría recíproca podría hacerse extensiva algunas de las ventajas de la tutoría fija (autoestima del tutor, satisfacción del tutorado…) a ambos miembros de la pareja; y reducir los inconvenientes de la tutoría fija (autoritarismo, dependencia del tutor, modelo de conocimiento transmisivo…); al tiempo que incorpora ventajas de la colaboración entre iguales (simetría, mutualidad, compartir, consenso y negociación de los conocimientos), minimizando sus inconvenientes (la tendencia a evitar hacer el rol de mediador que parecen presentar algunos alumnos, destacada por King, 1999; y el posible riesgo de regresión al que está sometido el alumno más competente, advertido por Tudge, 1993).

 

 

Tutoría
Tutoría recíproca
Colaboración
Inconvenientes:
-        Asimetría
-        Mutualidad baja
-        Autoritarismo
-        Dependencia del tutorado.
-        Modelo transmisivo.
Ventajas de ambas:
-        Beneficios para el tutor (autoestima, profundización…)
-        Beneficios para el tutorado (satisfacción, refuerzo…).
-        Simetría y mutualidad
-        Compartir.
-        Negociación de conocimientos.
Inconvenientes:
-        Evitación a mediación
-        Potencial regresión del competente.

 

 

La propuesta práctica de tutoría entre iguale que presentamos en este libro ha sido utilizada satisfactoriamente tanto en tutorías fijas como en recíprocas. En un estudio experimental de comparación de tutorías de los dos tipos (Duran, 2003) no hemos encontrado diferencias estadísticas significativas entre ellas, lo cual nos sitúa en la línea de los trabajos citados y nos reafirma en dos elementos, con los que concluimos este apartado:

 

-        Lo importante es el establecimiento dentro de la pareja de alumnos de una distancia o heterogeneidad, que puede tener un carácter fijo (la ventaja está siempre al lado de un mismo alumno) o bien recíproco (la ventaja se va alternado entre los alumnos, en función de las sesiones, de las actividades, etc.) En el primer caso, esta distancia entre el tutor y el tutorado puede darse por la edad, la formación previa o las capacidades. En la tutoría recíproca debe ser construida a través de la preparación de la tarea y/o del sistema de ayudas o recursos.

-        La diferencia de edades queda relativizada si ofrecemos a los alumnos un marco de relación altamente estructurado. La materia “Enseñar y aprender” opta por una relación tutor-tutorado altamente estructurada que permite también que algunos alumnos de la misma edad y habilidades similares en roles recíprocos hayan podido mejorar tanto como alumnos de diferentes edades o roles fijos.

 

4.3 Ventajas e inconvenientes:

 

La tutoría entre iguales -o entre compañeros- tiene ventajas importantes, tanto para los alumnos como para el profesorado y en el centro, que vale la pena revisar con el fin de poder representar su propia potencia como recurso instructivo. No obstante, como en toda opción metodológica, su uso puede comportar inconvenientes si no se hace una aplicación correcta de ella. Repasamos los principales inconvenientes y la manera de evitarlos, que no es otra que la buena aplicación.

 

            La investigación sobre tutoría entre iguales (puede verse un resumen de la misma en Durán, 2003) parece probar, como sostienen Melero y Fernández, que esta estrategia instruccional comporta beneficios claros para el alumnado. Y no sólo para el alumno tutor. En este sentido, las ventajas para el alumno tutor se resumen en:

 

-        Aumento de la implicación, del sentido de la responsabilidad y de la autoestima. El tutor siente que el aprendizaje de su compañero depende de la ayuda que él le proporciona, y eso le hace implicarse afectivamente en la calidad de la relación, de la cual, por el rol que ocupa, es el máximo responsable. Los resultados positivos que su compañero tutorado va obteniendo le pueden ayudar a mejorar la autoestima, al sentirse responsable de estas mejoras.

-        Mayor control del contenido, de la tarea y mejor organización de los conocimientos propios para poder enseñarlos. En línea con las investigaciones que mostraban que enseñando se aprende, la preparación, la explicación el monitoraje del proceso de aprendizaje del tutorado ofrecen una oportunidad excelente de mayor dominio o profundización de los contenidos, por parte del tutor.

-        Consciencia de lagunas e incorrecciones propias y detección y corrección de las del otro rol. Ante las necesidades instructivas que plantea el tutorado, el tutor se da cuenta de las carencias que tiene y, al mismo tiempo, aprende a detectar las del tutorado.

-        Mejora de las habilidades psicosociales y de interacción. Las actuaciones que se desprenden del rol del tutor exigen el aprendizaje y uso de habilidades sociales comunicativas (como por ejemplo prestar atención o expresarse con claridad) y de ayuda (como dar tiempo para pensar o formular preguntas).

Por su parte, los beneficios para el alumno tutorado se pueden concretar en:

 

-        Mejoras académicas.  El trabajo con un tutor que ofrece una ayuda personal y permanente comporta un aumento del tiempo de estudio y de trabajo,  una mayor motivación fruto del compromiso con el compañero, que puede concretarse en aspectos como la puntualidad o la asistencia.

-        Ajuste psicológico. El trabajo con un igual puede facilitar la disminución de la ansiedad, la depresión y el estrés, al trabajar en un clima de mayor confianza, en el que es perfectamente posible expresar las dudas, que son atendidas inmediatamente.

 

Con respecto a la calidad de la ayuda que el tutorado recibe de su compañero tutor, hay que citar –y ya lo hemos explicado anteriormente- que Good y Brophy (1997) sostienen que en determinadas circunstancias la mediación de un igual puede llegar a ser más efectiva que la de un adulto, y Greenwood, Carta y Kamps  (1990), al comparar la mediación de profesorado con la mediación de iguales, concluyen que la medicación que ofrece el alumno en la tutoría entre iguales aumenta la ratio, el tiempo efectivo de trabajo, las oportunidades de responder y la inmediatez en la corrección de los errores.

 

Topping (1996) señala las ventajas de tutoría entre iguales, refiriéndose a beneficios de carácter psicopedagógico, económico –en tanto que método instruccional que requiere pocos recursos y que, al mismo tiempo, permite liberar otros recurso-, psicosocial y político.

 

A la hora de explicar las ventajas de la tutoría entre iguales, algunos autores (Person y Graesser, 1999) las atribuyen a la estructura de la interacción entre tutor y tutorado. Si bien la pauta de interacción Inizacion-Respuesta- Feedback es la comúnmente aceptada para explicar los intercambios que se producen entre profesores y alumnos, en el caso de la tutoría el diálogo entre tutor y tutorado pasa de la estructura de tres fases (IRF) a una de cinco (IRFCE), caracterizada por:

 

-        El tutor formula una pregunta u ofrece un problema (I).

-        El tutorado responde a la pregunta (R).

-        El tutor ofrece retroalimentación o feedback (F).

-        El tutor y el tutorado mejoran cooperativamente la calidad de la respuesta ©.

-        EL tutor evalúa la comprensión de la respuesta (E).

VENTAJAS DE LA TUTORÍA ENTRE IGUALES
Psicopedagógicas
Económicas
 
· Aprendizaje activo y participativo.
· Retroalimentación inmediata.
· Autorresponsabilización del proceso de aprendizaje.
· Tutor y tutorado aprenden.
· Beneficios cognitivos (retención, metacognición, generalización).
· Beneficios motivacionales y de actitudes:
       · Compromiso (asistencia, puntualidad).
       · Autoestima y confianza.
      · Empatía.
      · Reducción del aislamiento social.
     · Aprovechamiento (engaged time).
· Actitudes profesorado
     · Todo alumno puede aprender.
     · Las diferencias de nivel pueden jugar a nuestro favor.
 
· Relativización de la ratio.
· Efectividad del aprendizaje.
· Profesorado puede atender individualmente.
Psicosociales
· Comunicación.
· Cooperación.
Políticos
· Delegación democrática de la dirección del proceso de aprendizaje.
· Autonomía del alumnado.
· Reducción de la insatisfacción.

 

 

Justamente, estos autores señalan el cuarto paso, el de la colaboración (C), como el central de la tutoría y el que explica sus ventajas. Son las estrategias pedagógicas que se ponen en marcha en esta fase de la interacción las responsables de las ventajas de este método, frente a otras formas de aprendizaje. La relación uno a uno permite que el tutor –incluso el tutor sin formación específica- pueda poner en funcionamiento formas de conversación que el profesor que se ocupa de toda un aula no puede desarrollar.

           

En un análisis secuencia de la interactividad entre diferentes parejas trabajando con la materia optativa “Enseñar y aprender” (Durán, 2003), hemos podido identificar tres itinerarios diferenciados: el primero reproduce la secuencia IRF, prototípica del diálogo tripartito; el segundo es la estructura IRCE o propiamente tutorial; y el tercero es la secuencia ICE o propiamente colaborativa. En cualquiera de los casis, son los diferentes tipos de intercambios que se producen dentro del momento de cooperación entre tutor y tutorado lo que explica el aprendizaje de ambos.

           

Con respecto a la aplicación exitosa de la tutoría entre iguales, los diferentes estudios disponibles muestran un acuerdo generalizado, recogido por Melero y Fernández, sobre las condiciones necesarias:

 

-        Proporcionar información al tutor sobre el progreso de su tutorado.

-        Duración temporal suficientemente larga para permitir el asentamiento de la interacción entre la pareja de alumnos.

-        Comunicación, por parte del tutor, del éxito que va obteniendo el compañero tutorado.

De la investigación también se desprende que, para la díada pueda cooperar, es necesario que el formato de interacción que les permita en todo momento saber qué tienen que hacer, en función del rol que desempeñan. Esta interacción previa de los alumnos, la cual adquirirá mayor importancia si optamos por un marco estructurado.

 

Así, la formación o entrenamiento previo – especialmente de los tutores- se convierte en un requisito fundamental para convertir la interacción de colaboración en una verdadera relación de tutoría, en la que cada miembro de la pareja desarrolla su rol.

 

Estos efectos positivos de la tutoría entre iguales han conducido a una rápida extensión de su práctica educativa –sobre todo en el ámbito anglosajón, como ocurre con el resto del aprendizaje cooperativo-. Como muestra de ello, valga el “nuevo modelo de tutoría entre iguales” auspiciado por el Peer Research Laboratory de la Universidad de Nueva York que hace de la tutoría entre iguales una estrategia instruccional central, integrada plenamente en el día a día de la clase, contrastando con un uso más periférico o compensador.

 

Esta propuesta, modelo centrado en tutoría, implica que todos los alumnos del centro educativo hacen de tutor en algún momento. Así, por ejemplo, se impulsan programas en escuelas donde clases enteras de alumnos hacen de tutores de estudiantes más jóvenes (Gartner, 1992)

 

En un ámbito ,más general, la International Academy of Education –organización sin ánimo de lucro que promueve la investigación, la divulgación y la implementación de prácticas educativas que mejoren la educación-, a través de la UNESCO, ha ayudado recientemente a conocer la tutoría entre iguales al situarla entre las diez prácticas efectivas (Walberg y Paik, 2000).

 

Es evidente, no obstante, que como toda opción metodológica comporta inconvenientes si no se aplica de forma adecuada. El propio Topping (200), incansable divulgador de la tutoría entre iguales, alerta sobre los posibles riesgos. Si bien el alumno tutor puede ofrecer una cantidad de ayuda individual que el profesor, en la gestión del aula convencional, no puede, la calidad de esta ayuda es lógicamente más pobre que la del profesor y puede:

-        No detectar errores o concepciones equivocadas del tutorado.

-        Decir o mostrar información errónea que refuerce los errores

-        Mostrar impaciencia y decir al tutorado la respuesta o hacer la tarea por él, reduciendo las posibilidades de aprendizaje.

En el sentido de prevenir las posibles desventajas de la tutoría, Greenwood, Carta y Kamps (1990) advierten sobre los requisitos que hay que tener en cuenta para una aplicación exitosa de esta modalidad de aprendizaje cooperativo:

-        Formación previa del alumnado: entrenamiento sobre todo del tutor en su rol.

-        Control de calidad: supervisión cuidadosa por parte del profesorado de la actuación del alumnado, especialmente de la actividad instruccional del tutor.

-        Cambio de concepción con la práctica tradicional: conflicto con el concepto tradicional del profesor como único depositario de saber y de la transmisión lineal de conocimientos.

Fontana (1990) subraya que el principal problema para el uso incorrecto de la tutoría entre iguales se produce por lo que él denomina la opción fácil. Creer que estamos ante una estrategia instruccional de fácil aplicación consistente en poco más que situar a los alumnos en parejas, podría comportar los siguientes inconvenientes:

 

-        Para los tutores: sobrevaloración de uno mismo y de las propias habilidades, exceso de asertividad y de poder, y la aparición de un sentimiento de pérdida de tiempo. Cuando, además, hay fracaso de los tutorados, se puede producir una disminución de la autoestima.

-        Durante la elección de parejas: sentimiento de imposición y de carga del alumno rechazado.

-        Reacción negativa de las madres y de los padres que conservan el modelo transmisivo tradicional.

-        Percepción de la escuela como una instrucción pobre en recursos.

Fontana apuesta por una introducción cautelosa de la tutoría entre iguales en las escuelas y bien planificada. Propone la reflexión sobre las implicaciones para la escuela, la selección de las materias, la influencia de las diferencias de edad y de género, el tipo de actividades instructivas y el perfil del tutor.


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