Profesor: tutoría entre iguales


 La calidad educativa tiene mucho que ver con la capacidad que un centro tiene para dar respuesta a la diversidad de alumnos y alumnas que atiende. Esto exige respuestas adecuadas a necesidades diferentes. En esta línea la relevancia del aprendizaje en grupo es muy alta. Es difícil atender necesidades diferentes si no es propiciando relaciones grupales en las cuales las respuestas adecuadas no partan sólo del educador sino que se facilitan desde los mismos alumnos.

 

Por otro lado, socialmente cada vez es mayor la exigencia de personas capaces de trabajar en grupo y de mantener relaciones positivas y fluidas con sus semejantes. Hasta tal punto que una persona corre serio riesgo de no incorporarse al mercado laboral si no es mínimamente competente para relacionarse y colaborar con otros.         

 

Estas competencias deben ser desarrolladas desde el sistema educativo e iniciarse desde los primeros tramos, es difícil adquirir estas capacidades si no han tenido un desarrollo continuado. En esta línea se recoge en las Orientaciones Didácticas para la Educación Primaria que «de la misma forma la interacción entre los alumnos les permite confrontar ideas, intercambiar informaciones, modificar conceptos previos, conocer y compartir estrategias de aprendizaje distintas de las personales, confrontar puntos de vista diferentes». Aprender, así pues, va ligado a hacerlo en grupo, se facilita la tarea a todos los alumnos y, por añadidura, se mejora la calidad educativa.

 

Con la implantación de la LOGSE, si bien el trabajo en grupo no es algo nuevo, sí que se ofrece una excelente oportunidad para reflexionar sobre la práctica educativa y sobre la conveniencia de adoptar nuevas prácticas coherentes con las ideas que animan dicha ley. Como profesores sabéis que renovar es un requisito del hecho mismo de enseñar. Pero esta renovación debe incluir no sólo la actualización científica –puesta al día en los conocimientos de las distintas disciplinas sino también la renovación de los métodos de enseñanza. Es en esta tarea donde el profesor y la profesora necesitan orientaciones y ejemplificaciones nuevas.

 

Ese proceso de renovación que se exige a todos los profesores puede ayudar a los equipos docentes a mejorar su forma de enseñanza facilitando el aprendizaje en grupo y ligándolo a los contenidos que pretende enseñar. Se conjuga la exposición de principios teóricos con la ejemplificación de experiencias en un esfuerzo por hacer las propuestas totalmente transparentes.

 

 

2. EL PAPEL DEL PROFESOR COMO INSTRUMENTO ESENCIAL EN EL APRENDIZAJE COOPERATIVO

 

«Cooperar para aprender» es la base del aprendizaje cooperativo pero podríamos añadir «para aprender más y mejor». Ese es el reto y ese es el fundamento de esta estructura de aprendizaje. Pero para poder intentarlo deberemos reflexionar sobre qué condiciones debe reunir el aprendizaje para que sea cooperativo y a la vez responder a todas esas dudas que surgen y que a continuación presentamos:

 

 

Si hay que estructurar las actividades para que se trabaje en grupo, ¿no habrá que construir, también, la idea de grupo en los alumnos y alumnas?. Como ya se ha apuntado en el apartado anterior se coopera y se aprende si hay una tarea que realizar en grupo y supone necesariamente una mejora frente a hacerla de forma individual. En definitiva cuando se programa una tarea para que se aprenda cooperativamente, debemos estar totalmente convencidos de la pertinencia para hacerla en grupo, de que es una tarea especialmente relevante para cooperar y, en consecuencia, se puedan identificar claramente aquellos momentos en los que se da la cooperación. Será en esos momentos de «cooperación» en los que se haga conscientes a los alumnos/as de sus «ventajas/ ganancias/rentabilidad» (ver momentos de puesta en común de las biografías, preparación de responsabilidades en la experiencia de la construcción del juego...).

 

Esto nos introduce en la pregunta de cómo enseñar a alumnos diferentes. De forma muy clara podemos contestar resaltando tres aspectos que deben primar a la hora de desarrollar/aplicar en clase esta estructura de aprendizaje:

 

·       El profesor como mediador:

 

El profesor o profesora se relaciona con los alumnos y alumnas a través de la actividad/tarea/experiencia que presenta para realizar. Es un «mediador», puede ser alguien a quien se le pregunte algo, una fuente de consulta, pero «nunca» la única. Interviene directamente cuando observa que se pone en peligro la colaboración, alguna pareja se atasca y no pueden seguir cooperando.

 

Observación/intervención van unidas necesariamente pues es a través de la experiencia/tarea como se detecta esa necesidad de intervenir. En las experiencias propuestas en la segunda parte, se destacan estos momentos de intervención del profesor/a para garantizar la cooperación en el grupo.

 

 
COOPERAR PARA APRENDER ES:
Realizar con otros con una tarea que no puede realizarse individualmente

El profesor es un mediador que:
  • Planifica la actividad
  • Interviene según lo que observa
  • Garantiza un trabajo individual previo al trabajo en grupo.
 
 

El alumno es protagonista:
  • Sabe cual es su punto de partida
  • Es conscientes de su progreso.
  • Identifica la ayuda del grupo en su mejora.

El grupo cooperativo:
  • Resuelve la tarea.
  • Condiciona el éxito individual al éxito del grupo.
  • Facilita el aprendizaje de otros de sus miembros.



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2.1. TIPO DE PROFESOR: MODELO QUE SUSTENTA LA COOPERACIÓN

 

Detrás de todo lo expuesto está el profesor o profesora que decide utilizar la estructura de aprendizaje cooperativo como forma de plantear las actividades de enseñanza-aprendizaje.

¿Qué le exige esto?, ¿qué papel desempeña en este modelo?, ¿cómo tiene que actuar?, ¿de qué forma tiene que ayudar a que los alumnos aprendan juntos?, tenemos que solucionar todas estas dudas si queremos aclarar la figura del profesor.

Somos conscientes de que todo cambio surge desde la reflexión y necesita tiempo para producirse. Nunca se da de la nada al todo sino que se va avanzando en sucesivos grados hasta conformar una figura que, como se ha dicho, guarde coherencia con el modelo propuesto La descripción que a continuación se hace no debe servir para abrumar o acelerar en el profesor su necesidad de cambio.

Los tres elementos básicos a la hora de responder a las preguntas formuladas, necesarios si queremos que la figura del profesor sea coherente con el tipo de aprendizaje que planteamos, son los siguientes.

 

a)     El profesor como mediador.

 

Diseñar actividades de aprendizaje con esta estructura cooperativa exige un gran esfuerzo de preparación al profesor. No basta con pensar la tarea y proponerla sino que hay que valorarla desde su pertinencia para la cooperación, reflexionar sobre lo que se intenta desarrollar, organizar el material, el escenario-clase, los grupos y el papel que en cada tarea van a tener todos y cada uno de los alumnos y alumnas.  Todo esto puede verse facilitado si se hace en el equipo de ciclo o nivel pero, necesariamente, se tiene que producir pues, de lo contrario, no es posible que el profesor sea un mediador.  Entendemos el profesor como mediador porque «media» en el aprendizaje de los alumnos, «media» favoreciendo su desarrollo, «media» organizando la situación que requiere la tarea/experiencia/actividad a realizar. Se relaciona a través de esa situación con los alumnos y alumnas favoreciendo y dinamizando la colaboración. ¡Cuántas veces nos hemos sentido agotados en el aula por las demandas de explicación continuas que los alumnos/as nos hacen para seguir trabajando!, nos ha abrumado la sensación de sentirnos totalmente superados por dichas llamadas. Esto último es lo que nos indicará si la actividad propuesta está bien estructurada pues todos los problemas que no se han resuelto en la preparación, se multiplican en la aplicación en forma de llamadas constantes de los alumnos/as.

La preparación de situaciones al principio será costosa pero, en la medida en que la práctica se produzca de manera satisfactoria, en que los alumnos y alumnas se organicen y vayan situándose en los requerimientos que la tarea  a resolver les exige, el profesor/a irá acercándose más a esta labor de mediación.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

b)     El profesor como observador.

 

Ligado con la característica anterior está la de observador. Si la situación de enseñanza aprendizaje está bien estructurada y definida el profesor/a podrá quedarse en «un segundo plano» y podrá observar a los alumnos interactuando entre sí, desarrollando las capacidades correspondientes en la resolución, o en su intento, del problema planteado. Podrá darse cuenta de cuáles son los problemas que los alumnos y alumnas tienen para interactuar e intervenir proporcionando la ayuda precisa. Si esta ayuda se quiere que sea contingente, que permita continuar la colaboración entre los alumnos/as y resolver con éxito la tarea, el profesor/a, necesariamente, deberá colocarse en ese segundo plano aludido. Si, por el contrario, esta obligado a interactuar constantemente, a responder a las dudas planteadas o recordar continuamente lo que hay que hacer, es difícil que pueda percatarse de cómo se relacionan los alumnos/as y qué ayudas necesitan. En tareas como las propuestas en la segunda parte, al ser secuencias de actividades, los alumnos y alumnas pueden perder fácilmente el hilo de lo que van haciendo. La necesidad de recapitular, recordar los acuerdos y las propuestas, es una labor que tiene que hacer el profesor/a pues de lo contrario los alumnos/as pierden el sentido de la experiencia en su conjunto. Para impedirlo el profesor/a dispone de la observación como herramienta que le informa de si los alumnos/as mantienen dicho sentido en cada tarea dentro de la secuencia de actividades.

 

 

c)     El profesor como facilitador de la autonomía en el aprendizaje.

 

 Ya se ha apuntado que el logro de la educación es conseguir que el alumno/a pueda aprender solo, pueda ser autónomo en su aprendizaje. Para ello se precisa que el profesor/a vaya cediendo paulatinamente el control de las actividades. Realizar propuestas abiertas en las que los alumnos puedan decidir qué hacer, qué caminos tomar, cómo valorar lo que hacen, etc. son estrategias que el profesor/a puede utilizar para favorecer ese desarrollo progresivo de la autonomía. Si el alumno/a hace lo que el profesor/a dice o lo que en el libro de texto se recoge, si no existen posibilidades de resolver «ese problema» de otra manera y si la valoración, siempre, está en las manos del profesor/a, tendrá más dificultades para saber por qué, para qué, cómo debe hacer y qué tal le ha salido la actividad correspondiente. Todo esto le dificultará tomar las riendas de su propio aprendizaje y le exigirá estar preguntando constantemente al profesor para seguir avanzando. En definitiva serán las tareas cerradas, planteadas como ejercicios (resolver un algoritmo, ejercitar una regla de ortografía, etc.) las que alejen al alumno de la construcción de su autonomía. En cambio, tareas abiertas en las que la toma de decisiones sea relevante, facilitarán dicha autonomía y, resolverlas entre iguales, cooperando en grupo, se hará menos necesario el papel del profesor/a y se favorecerá la construcción de la autonomía en el aprendizaje.

 

 

Duran, David, Vidal, Vinyet. (2004). Tutoría entre iguales: de la teoría a la práctica. Un método de aprendizaje cooperativo para la diversidad en secundaria.

Graó, ISNB: 84-7827-319-0 (pág 13-17).

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