Capítulo 6
EL INFORME PSICOPEDAGÓGICO
0. INTRODUCCIÓN.
La elaboración y redacción de
informes psicopedagógicos debiera ser unacuestión básica en la formación de los
orientadores, en la medida éstos son el escaparate último de la evaluación diagnóstica,
esto es, el producto final de un complejo proceso que, si no se concreta en un
buen informe, será valorado negativamente por los usuarios. Y esto es un hecho
cierto aunque el informe se presente exclusivamente de forma verbal (de lo que
no somos partidarios, en absoluto), ya que la elaboración del informe oral y el
escrito deberían compartir todos los elementos que desarrollamos en esta
unidad, a excepción del paso final de la redacción propiamente dicha.
Para realizarlo sin grandes
dificultades es necesario responderse de manera adecuada a los siguientes
interrogantes, entre otros:
¿A qué objetivos responde el
informe?
¿Qué información debe incluirse y
cuál no?
¿En qué orden deberíamos presentar
las distintas informaciones?
¿Cuál es el modo más apropiado de
redactar cada tipo de información?
¿Cómo hay que relacionar los datos
entre sí, con la propia valoración y con las propuestas de actuación?
¿Qué estilo general de redacción
deberíamos adoptar?
Para finalizar esta introducción
resaltar que nos hemos limitado al tipo de informes más frecuentes y relevantes
en la intervención psicopedagógica: los informes orientadores, dirigidos generalmente a padres
y profesorado. Aunque no son los únicos, desde luego, que un psicopedagogo
deberá elaborar en su práctica profesional (por ejemplo, a veces se realizan
informes para la comunicación entre profesionales del mismo ámbito o de
especialidades diferentes, dictámenes para la administración educativa, etc.),
pero sí los de mayor trascendencia profesional y los más difíciles de elaborar.
1. FINALIDAD Y CARACTERÍSTICAS.
1.1. Objetivos.
En la revisión de la literatura
especializada sobre los informes psicopedagógicos es posible encontrar
diferentes definiciones, si bien existe una coincidencia de fondo incluso aun
cuando se propongan desde perspectivas diferentes.
Así, por ejemplo, Fdez.
Ballesteros (1984:149) define el informe psicológico como «un documento escrito a través
del cual se presentan los resultados de las exploraciones efectuadas, en base a
las cuales se realizan unas concretas recomendaciones o, se informa de unos
determinados tratamientos y, con todo ello, en definitiva se dan respuestas a
los objetivos planteados»,
por su parte Buisan y Marín (1987:37) lo definen desde una perspectiva
pedagógica como «el punto final del proceso
diagnóstico (que) consiste en una información oral y/o escrita de los
resultados del mismo conforme a los objetivos planteados», de forma parecida lo plantea
Suárez Yáñez (1995:100), cuando dice: «documento
escrito, dirigido normalmente a quien nos ha derivado al escolar, que resume el
proceso de diagnóstico–intervención realizado».
Resumiendo, el informe
psicopedagógico podría caracterizarse como un documento escrito (con
independencia de que, además, pueda y deba ejecutarse oralmente) que se dirige a ciertos usuarios
en particular y presenta, en forma resumida, lo esencial de un proceso previo
de evaluación y sus conclusiones valorativas, así como una serie de
recomendaciones prácticas derivadas de dicha valoración. Sin embargo, una
definición completa exige que añadamos algo que, a nuestro juicio, es aún más
importante: el para qué del informe, sus finalidades y
objetivos.
Teniendo en cuenta que forma parte
de la evaluación psicopedagógica, su finalidad última es claro que no puede ser
otra que la de facilitar, promover y fundamentar la adopción de medidas
eficaces de respuesta a las necesidades educativas, debiéndose matizar esta
afirmación, añadiendo elementos, como los indicados por Gª Vidal y Manjón
(2001d:405-406): - Debe considerarse como objetivo propio del informe la
propuesta de medidas no sólo individuales, sino de centro y aula. Dicho de otro
modo, el informe psicopedagógico debe trascender
de la esfera estrictamente individual y
tratar de favorecer la adopción de medidas educativas preventivas y de atención
a la diversidad en los centros y aulas.
- Ha de perseguir favorecer la
coordinación entre las distintas instancias (agentes
educativos) que inciden sobre el
desarrollo/aprendizaje, adoptando la perspectiva de la intervención escolar
como eje central.
- Ha de tratar de explicar y
justificar: no podemos olvidar que es un instrumento para asesorar a quienes realmente toman las
decisiones y las llevan a cabo, de modo que les son aplicables los objetivos
propios de cualquier asesoramiento no directivo (Gª Vidal y Glez. Manjón,
1997b, Vol. 2: 432 y siguientes).
- Y finalmente, creemos que
tampoco se debe olvidar que un informe no es un tratado de psicopedagogía ni
una ocasión para demostrar el léxico profesional, sino una herramienta de
comunicación: el informe psicopedagógico tiene entre sus objetivos el de lograr
una comunicación eficaz del conocimiento logrado y de sus
implicaciones prácticas.
1.2. Características.
Teniendo en cuenta lo dicho con
anterioridad, podríamos afirmar que los rasgos principales del informe
psicopedagógico habrían de ser su carácter de documento
científico, su coherencia, su capacidad para servir como vehículo de comunicación y su utilidad práctica (Pelechano, 1976; Fdez
Ballesteros, 1984; Buisán y Marín, 1987; Suárez Yáñez, 1995).
a) Documento científico. Como fase final de la evaluación
diagnóstica, que hemos descrito como un proceso de investigación ajustado a
normas y criterios de rigor científico, “el
informe psicopedagógico debiera estar sometido a los criterios comúnmente
aceptados sobre replicabilidad del proceso investigador y contrastabilidad de
sus datos y conclusiones, lo que implica la inclusión en el texto de cuanta
información sea precisa para facilitar ambas actividades (replicación y
contraste), como por ejemplo identificación del autor o autores, objetivos del
proceso evaluativo, identificación de las técnicas y proce-dimientos empleados
en la obtención y análisis de datos, distinción entre resultados observados e
interpretaciones y conclusiones, etc.”
(Fdez. Ballesteros, 1984:151).
Estar de acuerdo con esta idea
general, no implica asumirla tal y como la formulan Fdez. Ballesteros y otros
muchos autores, ya que, desde nuestra óptica, consideraciones deontológicas y
prácticas desaconsejan incluir determinados elementos en un informe, sin que
ello disminuya su cientificidad, siempre y cuando se ofrezca al destinatario la
posibilidad de recurrir a otros profesionales y poner a disposición de éstos un
informe técnico completo y exhaustivo.
Asimismo, las consideraciones
relativas a la replicabilidad de la evaluación deben matizarse en lo que
respecta a ciertos aspectos parciales del proceso, en los que el evaluador ha
podido seguir una metodología de tipo etnográfico, aunque creemos que tampoco
esta objeción vaya en detrimento de la cientificidad cuando al redactarlo se
explicitan los procedimientos empleados y las condiciones de la información
obtenida.
b) Coherencia: La segunda característica del
informe psicopedagógico es que sea coherente, y que lo sea en diversos sentidos
(Gª Vidal y Glez. Manjón, 2001d:407-408):
- Ante todo, el informe debe ser
coherente con la concepción teórica de que se parte al analizar el caso
examinado, pues si partimos de la idea de que el aprendizaje está determinado
por las interacciones dinámicas que se producen entre el individuo (entre las
variables psicológicas y biológicas del sujeto) y su medio (social, familiar,
escolar), no sólo debemos examinar esas variables y hacerlo desde la
perspectiva de sus interacciones, sino que también debemos recogerlas y
analizarlas en el informe. Nos parecen, por tanto, errores graves: (a) informar
sólo de las características personales del alumno (más aún si sólo se informa
de algunas de ellas sin tener en cuenta la relevancia de otras) y de ciertos
rasgos de su entorno socio-familiar, del mismo modo que nos lo parecería
centrarse en el medio escolar exclusivamente; y (b) informar de las diversas
variables examinadas como si fuesen fenómenos independientes, en lugar de
hacerlo centrándonos en sus interacciones.
-En segundo lugar, creemos que el
informe debe ser también coherente con los objetivos específicos de la
intervención, esto es, que debe estar por completo orientado a proporcionar
información relevante y juicios ponderados que sean capaces de fundamentar la
práctica educativa. Por supuesto, ello implica que el informe no puede
limitarse a describir, sino que debe analizar e interpretar, valorar los datos
para darles sentido y dimensión dentro del problema examinado: el documento que
se limita a reformular en términos técnicos la información más o menos evidente
y, a lo sumo, a ampliar esa información, no merece a nuestro juicio el
apelativo de “orientador” con que hemos calificado los informes psicopedagógicos
dirigidos a padres y profesores.
-Finalmente, se precisa también la
coherencia como propiedad del texto redactado, es decir, que el informe sea un
todo organizado y con sentido: hacemos informes para que sean leídos por otras
personas que, si han recurrido a nosotros, es porque no son expertos en materia
psicopedagógica, y no deberíamos perder nunca de vista esta perspectiva, que
nos debe llevar a incrementar al máximo la estructuración del texto.
c) Vehículo de comunicación: Ya hemos resaltado la importancia
que tiene el que el informe sea un instrumento de comunicación. Esto exige
maximizar la comprensibilidad para el destinatario y, por tanto, tener en
cuenta una serie de características que
no sólo se deducen del análisis intuitivo del problema, sino que han sido
identificadas en numerosos trabajos acerca del grado de comprensión de los
informes psicológicos por parte de sus usuarios (Pelechano, 1976, Tallent,
1976), como son: reducción al mínimo de los “tecnicismos”, predominio de
informaciones prácticas sobre las teóricas, precisión, evitación de las
ambigüedades, etc. Concretamente, Pelechano (1976) sugiere que la
comprensbilidad viene condicionada
por:
- El equilibrio entre los datos y
las teorías.
- La utilización de una modulación
de los resultados aplicados a cada situación personal en concreto.
- Ser aseverativo o modesto en
función de los datos y cuando sea necesario.
- La utilización de ilustraciones
directas.
- La discusión sistemática de las
partes en las que se divide el informe.
- La facilitación de la toma de
decisiones.
d) Utilidad potencial: Aunque la utilidad de un informe
no viene sólo determinada por el que lo redacta, es obvio que es ésta la
dimensión que depende del psicopedagogo. Definida como el grado en que este
documento promueve y facilita la introducción de medidas de ajuste de la
respuesta escolar a las necesidades educativas del alumno, pero son tantas las
circunstancias que pueden influir en la introducción o no de tales medidas que,
por ello nosotros hablamos de utilidad potencial del informe, es decir, que con
independencia de que al final se lleven a cabo o no sus propuestas podríamos
considerar útil aquel informe psicopedagógico que:
(a) Ilumina la situación examinada,
contribuyendo a su comprensión;
(b) Deduce líneas de actuación apropiadas al
análisis del caso efectuado y sugiere estrategias concretas para llevarlas a
cabo desde la situaciónactual.
La investigación sobre la utilidad
de los informes psicológicos apunta en el sentido de que pueden considerarse
útiles cuando abundan en orientaciones específicas (Mintz, 1968; Brand y
Giebink, 1968; Smith y Reznikoff, 1971; Hartlage y Merk, 1971), algo que
coincide plenamente con la experiencia de muchos orientadores que hemos visto
cómo algunos de nuestros informes han corrido una determinada suerte y otros
una suerte muy distinta, a pesar de unas condiciones escolares similares.
La experiencia nos ha enseñado que
la utilidad de un informe no depende directamente de que las orientaciones sean
“muchas”, ni de que sean prácticas, sin más. En nuestra opinión, estas ideas
sobre los informes tienen un carácter de generalidad y ambigüedad que no
permiten orientarse en la redacción del informe. Por eso, las orientaciones
deberían:
a) Añadir propuestas acerca de
cómo temporalizar y priorizar su introducción en el centro y en el aula,
especificando medidas coherentes de puesta en marcha de las mismas.
b) Tener en cuenta el contexto en
que deberían ser aplicadas, si no queremos que resulten inoperantes: las mismas
orientaciones didácticas pueden quedar en nada cuando se formulan a modo de
programa individualizado a partir de cada una de las debilidades del alumno y, sin embargo, pueden
llevarse a cabo por el profesor cuando se formulan pensando en la estructura
del trabajo y en la dinámica usual con un grupo-clase.
2. ESTRUCTURA Y ELEMENTOS DEL INFORME.
Con los objetivos y
características anteriores es posible elaborar informes psicopedagógicos con
estructuras muy diferentes, en función de que decidamos organizarlo y
redactarlo basándonos en la teoría, en las técnicas de obtención de datos
empleadas o el análisis del caso como problema a resolver (Maloney y War, 1976;
Fdez. Ballesteros, 1984...) Por ello, es imposible hablar de la estructura de
los informes psicopedagógicos como algo unitario: tomemos la opción que
tomemos, siempre se estará hablando de un modelo de informe en particular, no
de “los” informes.
Sin ánimos ni intención de agotar
el tema realizaremos una propuesta que no pretende ser la única ni tampoco la
mejor, pero que trata de ser lo más sencilla posible y coherente con las
consideraciones que hemos venido realizando.
Una propuesta, en la que la
cantidad de elementos es lo de menos, ya que lo que se considera fundamental es
proporcionar a los usuarios del servicio psicopedagógico la información
necesaria para tomar sus propias decisiones de ajuste de la respuesta educativa
a las necesidades del alumno (en la escuela y el hogar), así como hacerlo de la
manera más clara, precisa y matizada posible.
2.1. Datos identificativos y motivo de la
evaluación.
El primer apartado de un informe
psicopedagógico debe siempre dedicarse a reseñar los siguientes aspectos:
- Datos del alumno (nombre y
apellidos, fecha de nacimiento, edad al realizar la evaluación, centro y grupo
escolar a los que pertenece, etc.).
- Datos del profesorado
responsable del alumno (nombre y apellidos, función).
- Datos del autor o autores del
informe (nombres y apellidos, función).
- Fecha de realización de la
evaluación.
A continuación debería exponerse
el motivo por el cual se ha procedido a la evaluación diagnóstica, indicando
tanto quién tomó la iniciativa y las razones que llevaron a ello, aunque no
estaría de más incluir también un breve
comentario acerca del plan de evaluación acordado y seguido.
2.2. Historial previo.
Los problemas en el ámbito del
aprendizaje y del desarrollo no surgen de un día para otro, sino que, siempre,
tienen una historia, resulta aconsejable comenzar un informe psicopedagógico,
resumiendo brevemente esa historia, con el fin de contextualizar la información
contenida. Sin embargo, consideramos incorrecta la práctica habitual de exponer
los principales hitos evolutivos y la referencia a eventuales incidentes de
salud u otros en la vida del alumno, lógica en un modelo en donde se da por
supuesto que es en el alumno (y, eventualmente, en su medio) en donde hay que
buscar las causas de las dificultades de aprendizaje, pero totalmente
inadecuada desde la perspectiva interactiva del desarrollo y el aprendizaje que
sostenemos.
Este apartado debe concebirse como
una exposición contextualizada de la historia del alumno, más
escolar que evolutiva, exposición en la que las pautas de desarrollo han de
relacionarse con las experiencias sociales, familiares y escolares,
incluyéndose, exclusivamente, datos relevantes; este hecho hará que en
ocasiones, en este apartado sólo aparezca una frase: “Evolución normalizada en todos
los aspectos”. En todos los casos se deberá
evitar poner al descubierto aspectos propios de la intimidad del alumno y de
sus familias: “Parto eutócico a término, con un
peso de 3150 grs. Ocho puntos en el test de Apgar. Criptorquidia. Alimentación
en los primeros meses con biberón. Depresión post-parto materna con remisión
espontánea en unas dos semanas. Desarrollo estaturo-ponderal en los parámetros
adecuados durante los dos primeros años. Entre los nueve y doce meses de vida
el padre se ausentó del domicilio familiar por motivos laborales.”
Aunque lo parezca, lo anterior no
lo hemos inventado, se trata de un fragmento de un informe real que ejemplifica
justamente lo que acabamos de sugerir que no debe hacerse. Con respecto a lo
dicho por el autor de este informe, cabría plantearse los siguientes
interrogantes:
Con respecto a este ejemplo que
acabamos de reseñar es necesario tener en cuenta, cuando se redactan informes
psicopedagógicos una máxima imprescindible, en todos sus apartados, pero en
este más, por el morbo implícito de sus contenidos, y es: Cuando no hay nada que decir,
es mejor no decir nada.
Sirvan las consideraciones
anteriores para encuadrar los apartados, que en nuestra opinión, debería tener
este elemento del informe:
A) Evolución psicobiológica. Descripción de las pautas
generales que ha seguido el desarrollo psicofísico del alumno, orientada a
proporcionar al lector una imagen clara de ese desarrollo (sólo en caso de ser
atípico en algún sentido) e ilustrarle, si es el caso, acerca de aquellas
circunstancias que pudieran haber tenido un impacto especial en su evolución.
Sin duda, cuando examinamos esta faceta estamos también interesados en
descubrir posibles indicadores de trastornos del desarrollo en el niño o joven,
pero no debe confundirse lo que buscamos en la exploración con lo que
finalmente exponemos en el informe.
Una cuestión importante en este
apartado es la especificación del modo de acceso a la información presentada
(¡la memoria de los padres no es siempre lo que parece!), indicando además
expresamente el origen preciso, fecha de producción y características de los
datos cuando se haya recurrido a documentos e informes anteriores de otros
profesionales. Al describir las pautas de adquisición de las capacidades
cognitivas, lingüísticas, psicomotrices... se debería ir haciendo referencia a
las características relevantes de la experiencia escolar, social y familiar que
pudieran haber influido en el estado de cosas descrito: “Aunque al revisar la historia
evolutiva del alumno se ha constatado un historial de retraso, de leve a
moderado, en la adquisición del lenguaje, tanto a juicio de lasfuentes
familiares como de su tutora de Infantil, deben tenerse en cuenta dos datos
importantes: en primer lugar, que por un informe pediátrico realizado a los 17
meses de vida y por lo que recuerdan sus padres, sabemos que las conductas
prelingüísticas precursoras del lenguaje se adquirieron normalmente; en segundo
lugar, que su tutora de Infantil en 4 y 5 años informa de que, pese al retraso
observado con respecto a sus compañeros, su evolución en la comunicación verbal
fue altamente positiva en los dos años que estuvo con ella, siendo bastante
menor el desfase cuando terminó E.I. que cuando se escolarizó”.
B) Historial escolar. Más importante, o igual que el
anterior, es incluir una síntesis del proceso escolar del alumno/a,
contextualizándolo, tanto desde un punto de vista puramente formal (inicio de
la escolaridad, regularidad en la asistencia a clase, cambios de centro y de
profesores y motivos para ello, etc.), como desde una perspectiva propiamente
educativa (tipo de experiencia escolar vivida). Esto implica:
- En los casos de que haya seguido
algún tipo de educación especial y rehabilitaciones, especificar el motivo,
durante cuánto tiempo y en qué condiciones se llevó a cabo, y dónde (centro u
otras instancias).
- Relacionar el tipo de enseñanza
que se le ha proporcionado en situaciones ordinarias con su progreso o falta de
él.
Así, si estamos analizando un caso
de dificultades de aprendizaje en la iniciación lectora de un alumno/a de 7
años, deberíamos no sólo señalar las pautas que ha seguido su aprendizaje en
lenguaje a lo largo de su escolaridad (a partir del expediente académico, de
los informes existentes, del análisis de sus cuadernos antiguos si están
disponibles...), sino también qué se le trató de enseñar y cómo: preparación de
la lectura en la educación infantil, método utilizado para la enseñanza,
materiales curriculares que se emplearon, medios que se pusieron en marcha para
atajar sus dificultades con anterioridad, etc. A ser posible, se debería
también incluir en la descripción una comparación con el progreso de sus
compañeros de clase.
Para entender la importancia de
estas consideraciones bastará con un ejemplo real: tras recibir la petición de
examen de una niña de 5º de Primaria procedente de un centro diferente al
demandante de la intervención (hubo traslado de matrícula por cambio de
residencia familiar a una localidad próxima, se constata que su nivel en
matemáticas, lectura y escritura está por debajo de la media del grupo de 2º
del nuevo centro, no siendo mejor otras áreas. La cuestión parece especialmente
grave, ya que los informes de que se disponen indican, además, que la alumna ha
recibido 5 horas de apoyo semanales durante los dos últimos cursos, pero al
ponernos en contacto con el centro de origen constatamos que:
1) En Primer curso, la alumna tuvo
como tutor a un profesor que tuvo cuatro bajas de duración superior a 3 semanas
cada una, siendo las sustituciones tardías y adjudicadas, lógicamente, a
profesores internos sin experiencia en este ciclo.
2) En Segundo curso se adjudicó al
grupo a una nueva tutora que había llegado destinada ese mismo año al centro y
que carecía de experiencia en el ciclo: hizo “lo que pudo”, en palabras de una
de sus compañeras.
3) En segundo ciclo hubo más
suerte, pues se hizo cargo del grupo, rehuído por todos, una profesora con
experiencia, que “dejó el programa del ciclo para
enseñarles a leer y escribir”...
Algo que, con diversa fortuna, logró con parte de la clase en tercero, curso a
partir del cual 6 alumnos empezaron en enero a salir a la clase de apoyo “a la hora de lectura, porque eran
los peorcitos” (de paso, la clase se quedaba
con sólo 18 chicos)... Curiosamente, en apoyo dedicaron la mayor parte del
tiempo a seguir un programa “de reeducación de la dislexia” al uso, con un
enfoque claramente madurativo.
Tras conocer estas circunstancias,
algunas de las ideas previas que nos habíamos formado sobre la chica cambiaron
bastante, como se puede imaginar.
2.3. SITUACIÓN ACTUAL DEL ALUMNO.
La segunda parte del informe la
destinaremos a realizar una descripción del
estado actual del alumno,
incluyendo como sub-apartados los siguientes:
- Resumen de su nivel actual de
competencia curricular.
- Descripción de los aspectos más
significativos de su estilo de aprendizaje.
- Desarrollo psicobiológico (sólo
en caso de haberse detectado información de interés para la explicación y
tratamiento ulterior).
Es decir, comenzaríamos por el
nivel de competencia curricular del alumno e iríamos, a continuación,
relacionando éste con las otras dos variables.
A) Competencia Curricular Actual. Además de lo dicho en el tema
referido al modelo de evaluación sobre esta cuestión, quisiéramos resaltar las
siguientes consideraciones, con el fin de ayudar en su elaboración:
1. Recordar permanentemente que se
trata de exponer las competencias, no sus incompetencias. Por ello no es de
recibo que en la descripción de “lo que es capaz un alumno/a” aparezcan, habitualmente,
informaciones sobre lo que el alumno no es capaz de hacer (p.e.: no sabe leer,
no escribe, no suma, no resuelve problemas, ...) Y esto, no por razones de
piedad o caridad, sino porque el conocimiento de lo que alguien no es capaz de
hacer no tiene utilidad alguna si no va precedido de lo que es capaz de hacer
en el mismo ámbito.
Así, es necesario considerar que
lo más importante de la competencia curricular de un alumno, es la descripción
de lo que el alumno es capaz de hacer, señalando a continuación las
dificultades que tiene en aquello que hace. Entre otras cosas porque nadie
tiene dificultades con lo que no posee.
2. Nunca se debería limitar la
descripción de la competencia curricular a la inclusión de una lista de control
más o menos detallada de las competencias del alumno, ya que de lo que se trata
es de dar un global de los principales logros y limitaciones del alumno, y esto
requiere redactar una síntesis de lo más importante en el área, o áreas, en las
que se han apreciado dificultades de aprendizaje destacables. Un ejemplo de un
alumno de 2º ciclo de Primaria en el área de Matemáticas sería: “Entre los puntos fuertes de X en
este área destaca su conocimiento de los números, ya que lee, escribe y asocia
a la cantidad correspondiente todos los números hasta la decena de millar,
además de ser capaz de seguir la recta
Numérica en sentido ascendente y descendente (de 1 en
1, de 3 en 3, de 5 en 5...) dentro de ese amplio margen. Compara y ordena,
además, esos números en función de la cantidad que representan.
No puede decirse, sin embargo, lo
mismo de su comprensión del sistema de numeración, pues aunque asocia la
posición de los dígitos con los términos de unidad, decena, centena... no
comprende ni siquiera intuitivamente la noción de unidades primaria,
secundaria, terciaria... asociadas a esos términos. Ello se manifiesta
especialmente cuando debe operar “con llevadas”. Este es, por cierto, su mayor
problema en el cálculo, ya que mecánicamente realiza con una corrección
aceptable (más del 85% de aciertos en las pruebas aplicadas) tanto las sumas,
como las restas y multiplicaciones (incluso con multiplicador de dos dígitos).
No ha adquirido aún el algoritmo de la divisiónʺ.
Este último comentario, sin
embargo se refiere a la situación de trabajo en donde las operaciones se hacen
por escrito y contando con tiempo, ya que cuando se le pone en situación de
cálculo mental y se reduce el tiempo de trabajo para cada operación sus errores
se incrementan (hasta quedar sólo un 30% de aciertos, localizados en las sumas
y restas de pequeñas cantidades y en multiplicaciones por 1, 2, 3, 4 y 5).
Al plantearle situaciones de
resolución de problemas, carece de una estrategia mínima para llevarlas a cabo,
de modo que tiende a fracasar en cuanto los problemas implican más de dos pasos
de resolución y cuando los enunciados no sugieren directamente la solución”.
3. Se debe presentar la
competencia del alumno haciendo mención, a la vez, a la de sus compañeros y
compañeras. Siguiendo con el ejemplo anterior, se debería añadir lo siguiente:
“Cuando
se ha examinado la competencia matemática de su grupo clase (aplicando las
mismas pruebas a una muestra del mismo, entre la que estaba X), se ha podido
observar que realmente no hay un gran desfase, ya que la única diferencia
relevante se ha localizado en dos aspectos: 1). Aproximadamente un 60% de la
clase ya domina el algoritmo de la división (el 40% restante se ha iniciado en
este conocimiento, pero no llega a dominar el algoritmo en cuestión); 2) las
dificultades de cálculo mental se dan, pero en mucho menor grado.
En la solución de problemas y en
la comprensión del sistema de numeración X es un buen representante del grupo
(no el mejor, claro, pero sí bastante típico) y en lo que respecta al
conocimiento de los números no parece que sea demasiado relevante que X conozca
una cantidad menor: en el momento en que comprenda el sistema de numeración,
esta diferencia probablemente desaparecerá”.
4. Del mismo modo, tampoco debería
dejarse de mencionar al hilo de esta descripción el resultado del examen de su
competencia potencial: “Durante
el examen de la competencia en el área se ha podido observar que su afrontamiento
de las tareas mejora notablemente en dos cuestiones básicas:
-En la solución de problemas, se
le explicó una sencilla estrategia de análisis del enunciado y posterior
planificación de la solución y se ejemplificó con varios problemas sencillos. A
continuación, se le animó a usarla con algunos problemas semejantes, asesorado
por el examinador, y luego se le dejó trabajar solo con nuevos problemas: su
ejecución, mejoró notablemente con los problemas del mismo estilo entrenado,
aunque no tanto con los problemas más difíciles. Con todo, el resultado es
prometedor, pues la enseñanza de un método de solución en tan corto espacio de tiempo ha surtido
efectos.
-Se le pidió resolver tareas de
resta con llevada empleando como auxiliares las monedas de uno, diez y cien
duros y comprendió sin dificultad la idea asociada al carácter inclusivo de las
centenas sobre las decenas y de éstas sobre las unidades.
Luego se abordó de modo similar
la multiplicación (multiplicador con un solo dígito) y pareció que también
mejoraba su comprensión de esta operación al operar multiplicando separadamente
unidades, decenas y centenas y sumando luego los resultados parciales: da la
impresión de que su problema tiene más que ver con una metodología descontextualizada
y abstracta en la enseñanza de estos contenidos que con otras cuestiones, ya
que el proceso seguido por el alumno ha sido muy similar al de cuatro
compañeros (de los “medianos” y “buenos” de la clase en el área) con los que
trabajó en estas actividades.
Las dificultades de cálculo
mental parecieron persistir a pesar de varios intentos de ayuda, lo que sugiere
una considerable falta de automatización de los cálculos, que precisaría de una
práctica bastante intensiva”.
B) Estilo de aprendizaje. Un elemento relacionado con
anterior, es el estilo de aprendizaje del alumno, definido de una manera muy
general como el conjunto de condiciones que dificultan o favorecen el
aprendizaje del alumno y que es resultado de su estructura motivacional y sus
intereses, su fatigabilidad, sus preferencias por uno u otro tipo de
materiales, actividades, agrupamientos, etc. Este contenido del informe puede
incluirse de dos maneras:
- Al exponer la competencia
curricular del alumno: comentando aquellos aspectos que puedan ayudar a
contextualizar y, por tanto comprender mejor aquélla.
- O una vez finalizada la
exposición de la competencia curricular, haciendo una síntesis general que
ayude a ver lo mejor posible la influencia de este tipo de factores en la
situación del alumno. Como en el ejemplo que a continuación exponemos:
“De
la mayoría de las técnicas y procedimientos empleados para examinar el estilo
de aprendizaje del alumno se deduce la existencia de las siguientes características
importantes:
- En general, X presenta una
capacidad limitada a la hora de trabajar manteniendo controlada su atención,
pues parece necesitar cambiar de estimulación con cierta frecuencia.
Concretamente, hemos observado que en las actividades más verbales empieza a
tener problemas a los cuatro o cinco minutos de trabajo continuado, aunque si
en ese momento realiza alguna actividad motriz (aunque sólo sea escribir),
puede recuperar el ‘tono atencional’ y seguir aprovechando el tiempo.
Curiosamente, le resulta más fácil mantener la atención en tareas de pequeño
grupo que en otras individuales, salvo que éstas impliquen actividad motriz (en
gran grupo es cuando antes pierde la atención).
- Su curva de fatigabilidad a lo
largo de la jornada escolar no presenta características especiales: es como la
de cualquier otro alumno, siendo una variable más importante el tipo de tareas
que realiza que el tiempo de trabajo en sí.
- Prefiere las actividades más
“mecánicas”, pero sobre todo porque se siente más seguro en ellas: está tan
acostumbrado a “ser torpe” y a depender del control externo, que siente cierta
ansiedad cuando debe trabajar de forma autónoma en tareas que no estén perfectamente
delimitadas y que no sean mecánicas.
Es un problema a tener en cuenta
esta gran inseguridad en sí mismo, que oculta a veces con un comportamiento
levemente disruptivo.
- Las motivaciones predominantes
en su caso son dos: la acción física (tiende a mostrarse como un niño muy
activo) y la atención del adulto (de hecho le refuerza mucho más que le riñan 3
minutos que no que le alaben 10 segundos).
- Su estilo de aprendizaje tiende
a basarse en la manipulación y podría calificarse como “concreto”, más que
“simbólico”, del mismo modo que le resulta más fácil aprender yendo de lo
general a lo particular que lo contrario. Conviene tenerlo en cuenta porque los
métodos de enseñanza deductivo-expositivos y simbólicos son para X garantía de
dificultades en su aprendizaje”.
C) Estado actual de desarrollo
psicobiológico. Es éste un apartado que no siempre
tiene que existir en un informe psicopedagógico, ya que en todos los casos de
sujetos con un desarrollo psicobiológico normalizado, no tiene sentido exponer
datos relativos a su desarrollo, ya que no tienen relevancia para la evaluación
diagnóstica. Por eso, siguiendo la máxima establecida con anterioridad (“cuando
no hay nada que decir, lo mejor es no decir nada”) debe ser omitido cuando
proceda.
En otros casos, sin embargo, éste
es un apartado importante (especialmente cuando aparecen déficits de algún tipo
en el alumno), se trataría de describir de manera clara y breve los puntos
fuertes y débiles del alumno en este tipo de variables, pero sólo en la medida
en que sean claramente relevantes para explicar su nivel de competencia y
tengan, por tanto, sentido como factores a “manipular” en el tratamiento.
Respecto a cómo exponer la
información en este apartado, existen dos formas posibles: abordando las diferentes
variables del desarrollo examinadas, una tras otra; o exponiendo los puntos
fuertes y débiles del funcionamiento del alumno, es decir, hablando de todas
las variables en estas dos categorías. La adopción de una u otra forma es
bastante irrelevante, ya que lo que importante es:
1. Que la información que se
facilite sea relevante, precisa y clara, además de no sesgada hacia un tipo de
variable en particular, de modo que los destinatarios del informe tengan tras
su lectura una visión correcta de cómo se encuentra y, sobre todo, de cómo
“funciona” el alumno.
2. Que no se presente “en frío”,
sino apuntando la eventual relación de los factores aquí reseñados con las
características del alumno ya comentadas en los apartados anteriores (aunque
esto se detallará sistemáticamente más adelante).
Una manera de facilitar la
comprensión del lector del informe sería comenzarla exposición con un balance
general del estado del alumno, que permita al destinatario del informe hacerse
una idea de si la situación actual se encuentra dentro de unos parámetros normales o, por el contrario, se aleja de
éstos en un sentido u otro, para comentar a continuación de manera puntual los
aspectos fuertes y débiles del alumno en las diversas variables de desarrollo.
2.4. Variables relevantes del contexto
actual.
Un informe psicopedagógico debería
recoger las características más destacadas del medio social, familiar y escolar
que, a juicio del evaluador, están influyendo en el caso examinado, y debería
hacerlo con la misma finalidad que persigue el comentario de los datos
relativos al desarrollo, por lo que creemos que la manera adecuada de tratar
dichas variables sería, también aquí, ir describiéndolas en términos de
factores positivos y negativos en orden al desarrollo y el aprendizaje del
alumno, no trasgrediendo, en ningún caso, el derecho a la intimidad y
privacidad de las personas.
Aunque suele ser habitual incluir
de manera obligatoria, y extensa, los datos relativos al ambiente
socio-familiar, en nuestra opinión no siempre son lo suficientemente relevantes
sus características como para que aparezcan en todos los informes, de tal
manera que los factores socio-familiares podrán
estar presentes, o no, en el informe, dependiendo de su eventual
relevancia para la explicación y la toma de decisiones, los de tipo escolar
deberían estar presentes siempre y describirse de manera ordenada.
En cuanto a su formulación,
creemos que resulta más claro para el usuario del informe exponerlos de acuerdo
con este doble esquema, que admite una redacción tanto desde los puntos débiles
versus fuertes, como desde la perspectiva
Centro versus aula.
Por ejemplo, podríamos redactar
del siguiente modo las principales conclusiones en esta faceta a la que hemos
llegado en el caso de un alumno con
dificultades de aprendizaje de 2º de la ESO: “Para
poder entender mejor los motivos por los que la competencia curricular del
alumno, e incluso su nivel de desarrollo, son como se ha descrito con
anterioridad, deberíamos tener en cuenta los siguientes factores:
A) Relativos al entorno
social y familiar. X
es el tercero de cinco hermanos en una familia trabajadora con pocos recursos
económicos y con un bajo nivel de formación escolar de los padres, que no
llegaron a terminar los estudios básicos, por lo que nunca ha contado durante
toda su escolaridad ni con posibilidades de ayuda extraescolar, ni con
materiales complementarios a los libros de texto (incluso ha tenido problemas
para tener estos últimos en algunos momentos, coincidiendo con fases de paro
prolongado de su padre). Si a todo ello le sumamos que la familia ocupa una
vivienda de protección con apenas 65 m., es fácil entender las dificultades del
alumno para poder trabajar en casa las actividades que se le propongan en
clase.
Como suele ser habitual en este
tipo de entornos, las expectativas escolares de la familia y del propio alumno
son mínimas, limitándose a esperar que cumpla la edad de permanencia obligada
en el sistema educativo, como mucho (de hecho, sus hermanos de 17 y 15 años no
asisten ya a la escuela, dedicándose a “buscarse la vida” para colaborar en lo
que pueden a la subsistencia familiar). En cuanto a las pautas educativas en el
hogar, se caracterizan por una oscilación brusca entre la permisividad más
absoluta (“a esta edad ya hacen lo que quieren”) y un autoritarismo bastante
radical cuando se da algún conflicto con los padres. No existen hábitos de vida
cotidianos (de alimentación, higiene, horarios...) de los que suelen
considerarse comunes en otros medios sociales de clase media o alta.
Entre los aspectos positivos, no
obstante, hay que destacar que se trata de una familia cohesionada y con una
relación de afecto importante, en donde además los padres, aunque se sienten
bastante impotentes a este respecto, tratan de inculcar a sus hijos valores sociales de respeto a los demás. El barrio en
donde vive la familia, por su parte, es una zona no marginal, pero sí bastante
abandonada en cuanto a servicios, en la que el tiempo libre (casi todo el que el
alumno no está en el centro) no puede dedicarse a otra cosa que a pasar las
horas en la calle. Se ha puesto en
marcha, sin embargo, desde no hace mucho un centro municipal de servicios
sociales, conveniado con una organización no gubernamental, que está comenzando
a ofertar talleres de diverso tipo y actividades de ocio y tiempo libre, dentro
de un plan de prevención de las drogodependencias y la violencia.
B) Relativos al medio
escolar. Aunque, ciertamente, las condiciones
socio-familiares no son las más idóneas para un buen aprovechamiento escolar,
no es menos cierto que en la evaluación llevada a cabo se han detectado también
diversos aspectos que están condicionando y van a condicionar el progreso del
alumno.
Entre los positivos, podemos
destacar sobre todo que ha empezado a tomarse conciencia de que entre el
alumnado de la ESO, al tratarse de una etapa obligatoria, es “normal” que haya
alumnos como X, que carecen de las competencias previas necesarias para seguir
una enseñanza disciplinar tradicional, de modo que es necesario tomar medidas
de atención a la diversidad de tipo colectivo, sobre todo en el Primer Ciclo. A
ello debe añadirse una ratio profesor/alumnos baja en las aulas y la existencia
de un profesor de apoyo y de profesorado con horas de tutoría sin grupo
tutelado.
Entre los aspectos negativos, sin
embargo, hay que señalar especialmente:
-Una organización totalmente
parcelada de los grupos en el primer ciclo de la etapa, que dificulta
notablemente poder flexibilizar la enseñanza.
-La ausencia total de medidas de
apoyo y refuerzo al alumnado con dificultades del ciclo, ya sea colectivas
(agrupamientos flexibles, talleres...), de área (por ejemplo, tutorías de
“pendientes”) o de aula: si tenemos en cuenta que en la evaluación de la
competencia curricular de los alumnos del ciclo se ha constatado que más de un
30% del alumnado tiene problemas de lectura, es imposible esperar que este
problema se pueda atajar derivando estudiantes al profesor de apoyo.
-La ausencia de un Proyecto
Curricular y unas Programaciones de Aula adaptadas a la problemática del
alumnado del Centro.
-Una organización desequilibrada
de los grupos de alumnos, ya que al haber formado los grupos de 1º y 2º en
función de las optativas se han creado, de hecho, clases de diferente nivel
promedio, con el agravante de que el profesorado con destino definitivo en el
instituto deja los grupos de 1º C y 2º D, los más problemáticos, para el
profesorado interino.
Aunque se podrían enumerar
algunos problemas más de este mismo tipo, bastará con indicar que el problema
más grave es, sencillamente, la ausencia de medidas “estructurales” de atención
a la diversidad, que no deja otra opción de ayuda al alumno que las pocas horas
al mes que pueda asistir al aula de apoyo. Como se comentará más adelante, si
no se modifica esta situación, las expectativas de progreso del alumno (así
como de otros muchos de sus compañeros) son, sencillamente, nulas”.
2.5. Síntesis valorativa: conclusiones.
Una vez que se han expuesto las
diferentes variables que inciden en el problema que estamos analizando, procede
realizar la síntesis valorativa, lo que desde la perspectiva conductual se
denomina como hipótesis funcional, o como diagnóstico y pronóstico desde la perspectiva tradicional.
Por tanto, se trata de proponer una «explicación» del caso evaluado,
relacionando los factores implicados en la situación, explicando su peso
relativo en ella y de sus interacciones mutuas, con seguridad, el momento más delicado de todo informe, en la medida en
que es el lugar en donde se trata de dar sentido global a toda la información
que hemos expuesto en los apartados anteriores.
Aunque mayoritariamente se sigue
enfocando este apartado del informe al estilo tradicional (esto es, como un
resumen de los déficits y dificultades del alumno, seguido de la adscripción
del sujeto a una categoría diagnóstica predefinida), creemos que es erróneo por
dos razones:
(a) En primer lugar, porque parte
del supuesto de que el comportamiento de un alumno se puede entender,
esencialmente, como consecuencia directa de su condición patológica, de modo que bastará con
identificar dicha patología para poder abordar su tratamiento educativo.
Supuesto que tal vez sea correcto en otros ámbitos, pero desde luego no en
éste. Y es que para este supuesto, la finalidad de la evaluación es describir y
clasificar, de modo que la conclusión valorativa se limitará a ensayar una
clasificación del sujeto a partir de la descripción de sus características personales
e historia evolutiva.
(b) Porque, al seguir el supuesto
anterior, el “diagnóstico” se basa esencialmente en las carencias o déficits
del sujeto, lo que no ayuda en lo más mínimo a decidir qué hacer porque
se obvian dos cuestiones esenciales:
- Los puntos fuertes, las
competencias del sujeto, el punto de partida de cualquier intervención
educativa (Bassedas y otros, 1991).
- Y sus necesidades en cuanto a
“medios de accesoʺ al currículo y a la adaptación de los “elementos básicos”
del mismo.
Frente a este tipo de
planteamientos, que se limita a describir y clasificar, y lo hace en forma
(casi) exclusiva a partir de la recopilación de déficits del individuo, creemos
que al exponer la síntesis valorativa lo que debemos hacer es tratar de
explicar (descripción y clasificación no serían más que pasos previos para
hacerlo) y que, para ello, de lo que se trata es de integrar la información procedente
del alumno y del entorno (tanto pasada como actual) en una hipótesis coherente
con los datos empíricos del caso y con el conocimiento teórico sobre la
problemática analizada. Deberíamos conseguir que con la lectura de esta
síntesis sea suficiente para que el lector del informe obtenga una visión
rápida y satisfactoria de toda la evaluación diagnóstica (Suárez, 1995). Como
lo hacemos en el siguiente caso: “Tras
analizar el conjunto de datos que se han ido exponiendo en los apartados anteriores,
creemos que la situación actual del alumno respecto al aprendizaje de la lengua
escrita es el resultado de la confluencia de los siguientes factores:
-Tal y como sospechaban su tutora
y el profesor de apoyo al solicitar su evaluación, da la impresión de que X
presenta un trastorno de aprendizaje de la lectura y la ortografía relacionado
con ciertas dificultades específicas para el procesamiento de la información
fonológica, que ya se manifestaron tempranamente en su proceso evolutivo de
adquisición del lenguaje (concretamente, en
la adquisición de la pronunciación de las palabras) y que, aun habiendo superado
esos primeros síntomas, se ha manifestado de modo mucho más notable en la
adquisición de las reglas de conversión de las letras en fonema y, sobre todo,
en el aprendizaje de la ortografía “natural”. Aunque no se había detectado inicialmente,
hemos podido comprobar que este desorden fonológico produce también un cierto
efecto en el aprendizaje de nuevas palabras en estos momentos, especialmente
cuando son palabras con una estructura fonética compleja; como, además, X es
alumno de esta dificultad, restringe notablemente su expresión oral, evitando
la utilización de nuevos términos.
-Sin embargo, su situación actual
no creemos que pueda atribuirse sólo a ese desorden (que, no debe olvidarse, es
sólo una hipótesis de trabajo). A nuestro juicio, parte de la falta de
habilidad de X para procesar los aspectos fonológicos del lenguaje se debe a la
ausencia de una estimulación mínimamente sistematica, tanto en casa como en la
escuela; en casa, porque el nivel cultural de la familia lleva aparejado un
código lingüístico “restringido”, y en la escuela porque el lenguaje oral no se
ha trabajado prácticamente nada ni en la etapa infantil ni en los dos primeros
ciclos de Primaria. Especialmente, no se ha trabajado en absoluto la capacidad
del alumno (y la de sus compañeros) para analizar los sonidos del lenguaje y
para producirlos con precisión y eficacia (vocalizando, si se quiere decir
así)... Y ello a pesar de que el método de enseñanza de la lectura seguido en
primero fue de tipo sintético, pero es que no es lo mismo usar un método
“fónico” que desarrollar la capacidad fonológica de los alumnos (ver más
adelante las recomendaciones que se ofrecen para revisar las prácticas de enseñanza
de la lectura en el primer ciclo).
-Otra “ausencia” en la enseñanza
que ha influido notablemente en su situación actual es que, pese a que su
capacidad para reconocer patrones visuales (palabras escritas completas) es
francamente alta, en ningún momento (ni tan siquiera en los programas de
refuerzo que ha seguido) se ha aprovechado dicha capacidad para desarrollar una
lectura global de palabras: X ha estado en la situación de un niño con la
movilidad de la pierna izquierda disminuida al que se le ha enseñado a andar
con la pierna derecha, que estaba bien, atada y sin facilitarle la musculación
y movilidad de la izquierda. Es decir, no sólo no se ha potenciado el desarrollo
de su capacidad más limitada, como se ha señalado en el párrafo anterior, sino
que tampoco se ha potenciado la habilidad que podría haber compensado sus
limitaciones. El resultado ha sido una capacidad de lectura mínima después de
cuatro años de Primaria.
-A todo lo anterior se ha unido
una cantidad de práctica de lectura y escritura claramente insuficiente: en
estos momentos X rehuye dicha práctica, ya que la lengua escrita se ha
convertido para él en algo que sólo sirve para producir frustración , pero a
que se haya llegado a ello no son ajenos ni la falta de un tiempo
específicamente destinado a la lectura y la escritura en el programa de segundo
ciclo, ni una organización del primer ciclo en la que primero y segundo funcionan
como compartimentos estancos: el año de segundo fue para X, prácticamente, un año perdido en el
aprendizaje de la lecto-escritura, salvo por las horas que iba a apoyo, ya que
el programa de este nivel da por supuesto que los alumnos ya leen y que lo
hacen con cierta eficacia
En resumen, pues, nos encontramos
ante un caso en el que ciertos posibles hándicap individuales, unidos a un
medio poco potenciador del desarrollo lingüístico y a una enseñanza que no ha
priorizado los contenidos adecuados a las necesidades de X, han colocado al
alumno en una situación de fracaso mucho mayor de la esperable por su potencial
de aprendizaje de la lengua escrita. En cualquier caso, debe observarse que, como
se señaló en el apartado correspondiente a la competencia curricular, X sólo es
la punta del iceberg de un problema que está afectando al conjunto del alumnado
del ciclo”.
Creemos, además, que este tipo de
síntesis valorativa, con ser necesario, no es suficiente; si realmente se trata
de reorientar la respuesta educativa que se dirige al alumno deberemos:
1º. Interpretar las dificultades y
problemas del alumno o alumna en clave
de necesidades educativas. El elemento final de la síntesis
valorativa ha de ser la explicitación de las necesidades educativas que
presenta el alumno, indicando cuáles de ellas pueden considerarse “especiales”
en este momento, en el sentido de ser necesidades educativas que la respuesta
escolar que le estamos dando hasta ahora no logra satisfacer de manera
adecuada. Si queremos la máxima utilidad de este apartado, además, deberíamos
tratar de presentar esas necesidades especiales agrupadas desde la perspectiva
del servicio educativo, esto es, indicando si se trata de necesidades
educativas de medios de acceso al currículo, de adecuación curricular o,
incluso, relativas a la adecuación del clima social del proceso de
enseñanza-aprendizaje (Glez. Manjón y otros, 1993).
2º. Establecer un orden de
prioridad entre las diferentes necesidades
detectadas. Una segunda cuestión importante al
interpretar la información en términos de necesidades educativas del alumno es
no limitarnos a una simple enumeración de ellas, sino proceder a establecer un
orden de prioridades entre las diferentes necesidades detectadas, que servirá
de base para establecer a su vez prioridades en los objetivos del tratamiento.
3ª. Relacionar los puntos débiles y
fuertes. Asimismo, es básico también dejar constancia no sólo de los puntos
débiles, sino de los puntos fuertes desde los que podremos partir al planificar
el tratamiento; teniendo en cuenta que dichos puntos fuertes y débiles no se
refieren exclusivamente al alumno. En una concepción interactiva del desarrollo
y el aprendizaje, todos los elementos implicados en el modelo explicativo
cuentan por igual.
2.6. Propuestas de actuación.
Una
vez finalizada la valoración en sentido estricto, con la síntesis valorativa, el
siguiente paso consiste, en esencial, de un informe que pretende ser “orientador”:
las líneas de acción educativa que proponemos para optimizar el aprendizaje y/o
el desarrollo del alumno. Una propuesta que, teniendo en cuenta el marco
general de las posibilidades de respuesta educativa a las necesidades
especiales, debería incluir como contenidos básicos (Gª Vidal y Glez Manjón,
2001d: 429-430):
1)
Enseñanza Compartida, especialmente orientaciones
sobre cuáles son las medidas (curriculares, organizativas, tutoriales y de
recursos) a tomar en el marco del aula ordinaria.
2)
Enseñanza Individual, delimitando qué elementos del
currículo ordinario va a compartir el alumno con sus compañeros y cuáles van a configurar
su enseñanza específica y, por tanto, segregada.
Reseñar,
por otra parte, que dado que en dichos cuadros aparece un abanico de medidas
amplio, es poco probable que sea necesario plantearlas todas en un determinado
caso. Es precisamente responsabilidad del autor o autores del informe decidir
cuáles serían las decisiones más apropiadas, teniendo en cuenta en todo caso
que el denominado principio de normalización recomienda comenzar respondiendo a
las necesidades educativas especiales del alumnado con las medidas menos
segregadas, que quedarían relegadas al supuesto de que las medidas
estructurales e “inespecíficas” o bien no se consideren suficientes, o bien no
se consideren las más idóneas y adecuadas a las necesidades concretas del
alumno evaluado. En la elaboración del informe podríamos seguir la siguiente
secuencia expositiva:
A) Elementos básicos del
currículo del alumno. Comenzaríamos
por explicitarlas prioridades en cuanto a objetivos y contenidos desde la
perspectiva de las necesidades del alumno, para seguir con un planteamiento claro
sobre las líneas metodológicas esenciales a seguir en su tratamiento
(concretando al nivel, incluso, de los procedimientos didácticos idóneos aunque
sólo sea en forma de ejemplos).
Dichas
orientaciones metodológicas habrán de ser tanto generales, como específicas
para aquellas áreas curriculares en las que se considere oportuna una
metodología distinta a la que se viene siguiendo con el alumno. Un peso
especial tienen los materiales didácticos que se consideran más adecuados, así
como dar orientaciones concretas respecto a la eventual necesidad de refuerzo
educativo ordinario y al tipo de actividades que, en este caso, sería preciso
desarrollar.
B) Niveles de concreción
curricular. Puesto que el currículo se
concreta en nuestro sistema educativo en niveles sucesivos, las orientaciones
anteriores no resultarían completas si no se añadiese cuáles son los niveles de
concreción curricular en que sería idóneo dar respuesta a las diferentes necesidades
educativas del alumno expuestas; esto es, si no se especificase si las
propuestas anteriores deben implementarse mediante medidas de Centro/Ciclo,
medidas estructurales de Aula, en forma de adaptaciones inespecíficas en el aula y/o en forma de adaptaciones
curriculares específicas (significativas).
C) Orientación y tutoría. El
informe debería también, a nuestro juicio, especificar las medidas de
orientación y tutoría que se deberían adoptar a juicio de sus autores, ya sea a
nivel de aula o individual, así como dirigidas al alumno o a sus familiares.
D) Dotación de medios
extraordinarios. El tratamiento del alumno con las orientaciones
facilitadas respecto a los elementos básicos del currículo puede precisar, o
no, de medios extraordinarios. Aquí se deben incluir las consideraciones
relativas a la dotación de medios tanto materiales como personales,
especificando para estos últimos no sólo qué servicios extraordinarios se
consideran necesarios (profesorado especializado, personal para cuidados
personales, especialistas en rehabilitación logopédica, fisioterapia, etc),
sino también de qué aspectos concretos de la propuesta educativa que se hace se
encargaría cada uno, si tales servicios se deberían prestar en forma
intermitente o continuada, su periodicidad,...
Muy
especialmente, se deberían especificar los criterios por los que se considera
necesaria su intervención y, en consecuencia, los criterios que deberían
tenerse en cuenta para decidir su retirada (Ruíz i Bel, 1988).
E) Organización. Finalmente,
se debería asesorar respecto a los aspectos organizativos que se estimen
pertinentes para hacer posible el tratamiento educativo propuesto y en los
términos propuestos. Desde nuestro punto de vista, estas orientaciones deberían
concretarse muy especialmente en relación con las condiciones organizativas del
aula del alumno cuando éste presente características que hagan especialmente difícil
o conflictiva dicha participación (grave retraso en competencias curriculares,
comportamientos disruptivos o atípicos, etc.).
2.7. Seguimiento y evaluación.
En
la medida en que, como reiteradamente se ha insistido, evaluación y tratamiento
se relacionan como fases diferentes de un mismo proceso de solución de
problemas basado en la investigación, el informe no puede terminar sin un
último apartado en donde se propongan criterios expresos para la evaluación del
propio tratamiento educativo y un plan de seguimiento.
3. LA REDACCIÓN DEL INFORME.
Cuando
se redacta un informe, además de las cuestiones planteadas hasta ahora en el
capítulo, referidas a las dimensiones «ideológicas» del mismo (sentido y
finalidad, estructura y elementos, etc.) que enmarcan la dirección y sentido
del mismo, existen otras dimensiones «operativas» que sin tener la trascendencia
de las anteriores pueden constituirse en dificultades, más o menos insalvables,
en la redacción de los mismos.
Estas
cuestiones más «operativas» podemos dividirlas en dos grupos: de una parte las
referidas al conocimiento de los errores que resultan más habituales (para
alejarnos en lo posible de ellos) y de otra el conjunto de reglas que debe orientar
la redacción.
3.1. Errores usuales y sugerencias para evitarlos.
Cuando
se redactan informes se suele cometer una serie de errores, derivados de las
ideas erróneas que poseemos sobre los este tipo de instrumentos que Sternberg
(1996:15 y ss.) analiza, refiriéndose a los informes de investigación, muchas
de las cuales entendemos que son aplicables a la redacción de los informes
psicopedagógicos, por el paralelismo existente entre los objetos a los que se
refieren ambas actividades:
1º. La redacción del informe es
una tarea rutinaria y poco creativa.
El primer error que suele
cometerse al redactar un informe es pensar que esta tarea es la más rutinaria y
la menos creativa de cuantas componen el proceso de evaluación psicopedagógica.
Y sin embargo, piénsese que cuando se elabora un informe de lo realizado:
-
Aumenta el compromiso del evaluador con el proceso y los resultados de la
evaluación.
-
Nos obliga a ser más rigurosos, poniéndose en evidencia durante la redacción
del mismo, cabos sueltos que hasta entonces no habían sido perceptibles.
-
Nos obliga a seguir pensando en la integración de todos los resultados de la
evaluación realizada.
2º. Lo importante es qué se dice,
no cómo se dice. El segundo error más generalizado entre
los orientadores noveles que redactan informes psicopedagógicos es pensar que
no importa cómo se dicen las cosas, sino qué se dice. Esta idea sólo posee algo
de verdad, siempre que coincidan redactor y lector del informe y no haya
transcurrido mucho tiempo desde la redacción, porque en caso contrario, a todos
nos cuesta trabajo identificar las ideas importantes y secundarias en un
informe desestructurado, descuidado y mal presentado.
Por
tanto, cuando se redacta un informe es necesario cuidar dos aspectos del informe
que inciden de manera importante sobre la comunicabilidad del mismo:
-
La presentación, que debe ser cuidadosa.
-
La estructuración, que debe perseguir en todo momento la diferenciación clara y
nítida de las diferentes ideas que queremos comunicar.
3º. Los informes más largos son
los mejores. Como señala Sternberg (op. cit., pag.
17) los profesores universitarios que nos vemos obligados a leer ingentes cantidades
de informes al finalizar cada curso escolar comprobamos como entre la calidad
de un informe y la cantidad de ideas expuestas en el mismo no existe
correlación alguna, por lo que podemos concluir con él, que «no existe nada
malo en la extensión de un informe, siempre que no se utilice como sustituto de
una buena organización y una exposición clara».
4º. El objetivo de un informe es
presentar los hechos.
Este pensamiento, muy común por cierto, parte de la idea, como señala Sternberg
(pág. 17-18), de que el fin de la ciencia es la acumulación de datos y no la
explicación de los mismos.
Es
una cuestión elemental que como consecuencia de una evaluación psicopedagógica
debemos lograr explicar, (no olvidemos que es UNA explicación entre las
posibles), una determinada situación problemática, y por ello el informe tiene
que tener como espina dorsal las ideas del autor del mismo, mientras que los
hechos y datos (sólo los relevantes) deben servir para probar, afianzar,
constatar o concretar esa explicación hipotética que el redactor del informe
intenta transmitir.
5º. El propósito del informe es
informar no persuadir.
Otra idea muy esténdida es la
delimitación que muchos realizan entre la escritura científica (el informe se
supone que lo es), que debe informar; y la propaganda, que debe persuadir.
En
primer lugar, es necesario señalar que la frontera entre la información y la propaganda
no existe de manera clara y determinante; y en segundo, debemos recordar que un
informe no sólo es para comunicar los datos sino, sobre todo, la interpretación
que nosotros realizamos de esos hechos (que, debemos recordar, no es la única
posible) y por tanto nuestro informe debe perseguir la persuasión del lector,
informándole. El nivel de persuasión de un informe psicopedagógico no puede
alcanzar niveles tan elevados que lo convierta en un panegírico de «una»
información o idea en detrimento de todas las demás, sino que debe procurar el
convencimiento del lector, aunque no a costa de presentar las demás
explicaciones como totalmente erróneas.
6º. Los resultados negativos son
más valiosos que los positivos.
Una práctica muy generalizada
entre los psicopedagogos, cuando elaboran informes psicopedagógicos, es la
enumeración, a veces incluso tiene carácter de exclusividad, de los errores, dificultades, carencias y
resultados negativos hallados durante la evaluación. En nuestras clases,
solemos denominarlos, irónicamente, como informes «cebolla» ya que,
básicamente, sólo sirven para «llorar». Así, es bastante habitual encontrar en
los informes psicopedagógicos expresiones como la siguiente (referida al
dominio lector del alumno): «Cuando lee, comete errores de omisión,
sustitución, adición, inversión...» sin que exista una sola referencia a la
competencia lectora del sujeto. Esta información imposibilita la «inducción»
del tratamiento educativo, ya que no tenemos ni un sólo elemento concreto del
que partir para elaborar el ajuste del programa educativo correspondiente.
En
esta práctica tiene una intensa relación la idea, desde nuestra perspectiva errónea,
de que los resultados negativos obtenidos explican mejor la situación problemática
de un determinado alumno o alumna que los resultados positivos logrados en las
mismas pruebas.
En
nuestra opinión, el informe psicopedagógico debe comenzar por resaltar los
datos «positivos» que describen la competencia que los alumnos han demostrado tener
durante la evaluación, para a continuación exponer los errores, carencias y
dificultades que ese mismo alumno presenta en relación con dicha competencia.
7º. El informe debe reflejar el
proceso histórico de la evaluación realizada.
Cuando
procedemos a la lectura de muchos informes psicopedagógicos solemos encontrar
que muchos de ellos son descripciones, más o menos, lineales del proceso
seguido para evaluar la situación problemática.
En
nuestra opinión, esta práctica no tiene sentido alguno, por dos razones bien
diferentes. En primer lugar, porque lo relevante de un informe psicopedagógico,
como hemos señalado reiteradamente, son las ideas explicativas que poseemos
sobre el conjunto de la situación problemática evaluada, y es bastante probable
que a dichas ideas lleguemos al finalizar e incluso después de la recogida de
la información; y no por ello dichas ideas deben aparecer al final del informe,
sino al principio. Y en segundo lugar, porque los apartados que son
recomendables en un informe no tienen porqué coincidir con las distintas etapas
históricas del proceso de evaluación.
Por
tanto, desde nuestra perspectiva, la redacción de un informe psicopedagógico no
debe reflejar el proceso histórico seguido en la evaluación, sino que debiera, de un lado, respetar los diferentes
apartados que estructuran la información y posibilitan claridad y precisión en
la exposición de las ideas y datos del mismo; y de otro, creemos necesario que
en la redacción se ponga el acento en la estructuración de las ideas
principales, secundarias y de los datos y hechos, presentándose siempre en un
primer lugar las que interpretamos como más relevantes, relacionándolas con las
ideas secundarias y utilizando los datos y hechos para afianzar, explicar y
concretar dichas ideas, al margen del momento de la evaluación en que han sido
obtenidos.
3.2. Reglas para la redacción.
Sin
ánimos de agotar el tema, creemos que cuando se trata de elaborar un informe psicopedagógico
es necesario respetar una serie de reglas de carácter general, además de las
reglas sintácticas de la escritura. Las cinco reglas que es necesario observar,
desde nuestra óptica, son las siguientes:
1ª. El informe se debe realizar
para el lector. Es decir, que el lector ha de
constituirse en el referente obligado y permanente en la redacción del informe.
Esta
regla de redacción nos conduce a la necesidad de tener presente, cuando redactamos
un informe cuatro aspectos o dimensiones (Sternberg, 1996:70):
a)
El dominio del vocabulario técnico, en primer lugar, es necesario,
cuando se redacta el informe, tener en cuenta el vocabulario del lector, de
manera que ante la aparición de un término técnico (p.e. disfemia) es necesario
considerar la posibilidad de sustituirlo por otro más usual, o en su caso optar
por definirlo.
b)
Adecuar el estilo al lector, no se debe mantener el mismo
estilo en un informe dirigido a otros profesionales de la orientación o
dirigido a profesores en los que se puede adoptar un estilo más formal que un informe
dirigido a unos padres, que, lógicamente, establecerán una mejor comunicación
con un informe de estilo más informal.
c)
Sólo deberán incluirse los detalles (hechos y datos), adecuados para el lector. Por ello, en nuestra opinión, la
inclusión de las pruebas empleadas en la valoración psicopedagógica resulta
bastante irrelevante en los informes dirigidos a profesores, así como la
inclusión de orientaciones didácticas resulta bastante inadecuado cuando se
trata de un informe para padres.
d)
Deben evitarse todas las abreviaturas
posibles, ya que pueden resultar muy molestas
y habitualmente inciden negativamente en la comprensión.
En
resumen, la primera, y más importante, regla cuando redactamos un informe psicopedagógico
supone adecuar al nivel del lector, dentro de lo posible, el vocabulario
utilizado, el estilo de redacción, los datos y hechos, evitando en cualquier
caso las siglas y abreviaturas.
2ª. El informe debe ser claro. El que un informe sea claro
implica que en su redacción se evite lo siguiente:
a)
Las redundancias innecesarias, es decir se debe
escribir reincidiendo en aquellos aspectos que resulten necesarios para la
comprensión de lasideas centrales que queremos transmitir. Cuando un informe
contiene muchas redundancias (p.e., cuando se indica repetidamente el nivel lector
del alumno, o los errores cometidos), el lector pierde motivación y tiende a
leerlo con menos atención, disminuyendo su comprensión.
b)
Las disgresiones. Los informes psicopedagógicos ya
suelen ser difíciles de seguir, como para además incluir disgresiones que
apartan al lector de la línea fundamental, es decir del hilo conductor del
discurso que realizamos. En este sentido si fuera necesario realizar una
pequeña disgresión, puede resultar conveniente realizarla a pie de página.
c)
Las explicaciones innecesarias. Es decir, que cuando una idea se
ha explicado hasta llegar a los ejemplos concretos que conlleva, no es
necesario volver a reincidir en la misma explicación.
d)
Las sobrevaloraciones. Deberíamos evitar en todo
momento la exageración de las ideas, afirmaciones que expongamos a lo largo del
informe psicopedagógico. La consecución de un nivel de claridad que facilite la
lectura de los informes psicopedagógicos depende, por tanto, de que en su
redacción evitemos reincidir innecesariamente en las mismas ideas, procuremos
no perder el «hilo conductor» con disgresiones que se apartan del mismo,
explicar sólo lo necesario y realizando valoraciones equilibradas y realistas de
las ideas y datos expuestos.
3ª. El informe debe ser preciso. Cuando se redacta un informe
deberíamos perseguir como uno de sus objetivos básicos expresar con exactitud
aquello que queremos comunicar, para conseguirlo es preciso evitar el uso de:
-
Calificativos innecesarios. La existencia de un adjetivo
calificativo se justifica siempre que delimite el concepto, ajustándolo a la
realidad. Es por eso, que en la mayoría de las ocasiones, adjetivos como determinado, apenas, bastante, en
gran parte, en gran medida, etc. no
aportan nada.
-
Palabras abstractas. El sentido comunicativo que
debería tener el informe nos conduce a huir de las abstracciones, utilizando
siempre que se tenga posibilidad palabras y ejemplos concretos. Es decir, que
siempre que tengamos la opción entre dos palabras debe optarse por las palabras
menos abstractas, y en los casos en que no tengamos más remedio que utilizarlas,
debemos utilizar un ejemplo concreto para explicarla.
-
Frases complejas. Aunque el tipo de frases depende
en gran medida del estilo de cada autor, siempre que sea posible se deben usar
oraciones sencillas. Como señala Sternberg (1996:74-75), las oraciones
sencillas tienen la ventaja de que son más fáciles de comprender y es menos
probable que contengan errores lingüísticos y gramaticales.
La
consecución de una redacción precisa se facilitada por el uso de las palabras precisas,
el empleo de las palabras más sencillas, la utilización de palabras y ejemplos
concretos, así como su articulación dentro de frases sencillas.
4º. El informe debe ser
inequívoco. La última regla que es necesario
tener presente cuando se elabora un informe psicopedagógico es procurar que su redacción sea inequívoca, es decir, que una
vez redactado el informe, dos lectores diferentes no puedan extraer
conclusiones distintas. El carácter equívoco de un escrito, y por tanto de los
informes, viene favorecido, entre otras cosas por:
-
La escritura en voz pasiva (p.e.: los errores cometidos
deberán ser ajustados), favorece interpretaciones ambiguas por parte del
lector, por lo que siempre debería escribirse en voz activa (p.e.: los errores
cometidos se ajustarán), o en su caso en pasiva refleja (p.e.: los errores
cometidos deberán ajustarse).
-
El uso de construcciones negativas. Es una cuestión evidente que las
construcciones negativas (p.e.: el alumno no mostró interés por las tareas del test)
son más difíciles de comprender que las afirmativas (p.e.: el alumno mostró
desinterés por las tareas), por ello siempre que sea posible los informes se
deben redactar usando construcciones afirmativas.
-
La utilización de construcciones
colgantes (p.e.: cuando estaba trabajando con
su compañero, aquél no prestaba atención a las tareas) favorece, sin duda
alguna, la ambigüedad del escrito, por lo que siempre que sea posible deberían
ser evitadas (p.e.: no prestaba atención a las tareas cuando estaba trabajando
con su compañero).
-
El uso de las construcciones
impersonales sin referentes claros (p.e.:
resuelta la situación problemática, el alumno se levantó para ir al recreo)
dificulta de manera significativa la comprensión del lector provocando
equívocos innecesarios.
5º. El informe debe constituir
una unidad de comprensión.
La lectura de muchos informes
psicopedagógicos se ve dificultada porque en realidad aparece como una
enumeración de ideas apenas relacionadas entre sí. Es importante para favorecer
la comprensión de un informe, que los diferentes apartados e ideas que se
exponen aparezcan articulados en torno a las ideas principales que queremos
comunicar. La coordinación, e integración, de los contenidos de un informe se
van a ver favorecidas en la medida en que utilicemos:
-
Frases de resumen, de esta manera creemos que al
final de cada apartado, o de una enumeración de ideas, datos o hechos es
recomendable utilizar algunas frases que resuman las ideas centrales a
comunicar.
-
Frases de transición. Para evitar que los contenidos
del informe aparezca como desconectados unos de otros, es conveniente utilizar
frases que sirvan de «puente» entre un apartado y el siguiente.
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